28 de junio de 2014

El Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, inseparablemente Unidos en Nuestra Redención.


                                                        28 de Junio: Fiesta del Inmaculado Corazón de María.


“Y para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús produzca más copiosos frutos de bien en la familia cristiana y aun en toda la humanidad, procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios. Ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Jesucristo; tanto, que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el amor y los dolores de su Madre. Por eso, el pueblo cristiano que por medio de María ha recibido de Jesucristo la vida divina, después de haber dado al Sagrado Corazón de Jesús el debido culto, rinda también al amantísimo Corazón de su Madre celestial parecidos obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y de reparación”

-Encíclica Haurietis Aquas. 36.  del Papa Pío XII-

               
Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue intercediendo amorosamente en nuestro favor. El amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal a todo la humanidad que Jesús le confió en la cruz; y así la veneramos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos la protección incondicional que en su vocación de Madre Universal nos puede brindar.

Venerar el Inmaculado Corazón de María es venerar a la mujer que está llena del Espíritu Santo, llena de gracia, y siempre pura para Dios. Su corazón puro siempre está lleno de amor por sus hijos. Por eso se representa rodeado de blancas rosas.  El Arcángel Gabriel al anunciarle a María la encarnación del Hijo de Dios no hizo otra cosa que cambiar un paraíso por otro. Venía del cielo y encontró en María un mar de gracia en su alma. Era un mar sin límites, ni profundidad, ni horizonte. Su gracia sólo conocía los límites del infinito. Por eso el Señor encarnó en Ella, Arca de la Nueva Alianza, en donde el cielo y la tierra se comprometieron en unas nupcias eternas, siendo María el diamante que brilló en el anillo de la humanidad. Dios nos prueba una vez más que su Amor se basa en su Misericordia, más que en su propia dignidad.

María continuó su fructífera vida mucho más allá del nacimiento del Hijo. Es precisamente a través de esta primera maternidad que ella la extiende para dar a luz a cada Cristiano, como miembro del cuerpo de Cristo. La maternidad física consumó en ella una ilimitada maternidad espiritual; de tal manera que cuando su Hijo recibe las súplicas de cualquier persona –trátese de fe, conversión o vocación, ella facilita el camino. Ella lo hace de una forma casi imperceptible, pero es la forma más poderosa. Establece un enlace entre los pecadores y su Hijo. No se coloca entre los dos como si fuera una tercera parte que pudiera oscurecer el acceso a la luz de su Hijo, sino que más bien clarifica todo y remueve todos los obstáculos que pudieran obstruir el acceso a la luz de su Hijo. Ella conoce todos los caminos que conducen a su Hijo, conoce todas las ‘curvas’ y desviaciones.

Con frecuencia, es Ella quien trabaja en la noche, en los intervalos, eliminando las dificultades de las tareas más abrumadoras en la vida. Muchas veces, nos encontramos en situaciones en que no es fácil discernir la voluntad de Dios. Recurrimos al consejo de un sacerdote, a un buen libro, a las oraciones y a otros recursos, pero todavía no hallamos la ‘entrada’, el punto clave de realización. En esos momentos, la vida cristiana puede parecer como una alta montaña que escalar, o un gran muro. Las conquistas temporales no bastan, a veces nos ‘dormimos’ en el camino, aún teniendo claro lo que debemos hacer y la transición parece indefinida. Es María quien puede apropiarse de la situación, plantearla, configurarla, para finalmente presentarla. Lo que se veía como un problema en la noche, tiene ya solución en la mañana. La intervención de nuestra Madre en el proceso permanece casi invisible, pero Ella lo logra, con el mismo poder con que formó al Niño Jesús.

 Veneramos el corazón que guarda todas las cosas de Dios en su Corazón y que nos ayuda a sanar y consagrar a Dios nuestro propio corazón. María vivió con sus ojos puestos en Cristo. En Lucas 2, 19, el evangelista nos dice: “María por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.  Todas sus memorias estaban impresas en su corazón, de tal manera que reflexionaba en cada aspecto de su vida, junto a Jesús. Juan Pablo II, en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” (No. 11) escribe que esas memorias eran su propio rosario, que ella misma recitó ininterrumpidamente a lo largo de su vida terrenal. Aún hoy en día, los cantos gozosos de la Jerusalén celestial siguen siendo razones válidas para darle gracias y alabanza. Son fuente de inspiración para su propia intercesión maternal en favor de la Iglesia peregrina. Cuando rezamos el Rosario, entramos en contacto con estas hermosísimas memorias de su corazón y con la contemplativa mirada que brota desde su Inmaculado Corazón.

Es muy conocida la devoción a los 5 primeros sábados de cada mes. No obstante su efectividad, nuestra atención debe orientarse al mismísimo corazón físico, aunque esto no sea suficiente, pero debemos profundizar en lo que sugiere el corazón humano de María, que es un símbolo de expresión que nos recuerda y nos pone en contacto con la vida interior de María, sus alegrías y sus tristezas, sus virtudes y perfección escondida; pero sobre todo, su amor virginal a Dios, su amor maternal a su Divino Hijo y finalmente; su amor maternal y compasivo por sus miserables hijos aquí en el mundo. Nuestra devoción no puede ser efectiva si consideramos la vida interior y las bellezas de su alma, sin pensar en su corazón físico; tampoco podemos fragmentar la devoción considerando al corazón de María sólo como una parte d su cuerpo virginal. Los dos elementos son necesarios para la devoción, tanto como el cuerpo y el alma constituyen al ser humano.

La historia de la Devoción al Inmaculado Corazón de María está conectada en varios puntos a la del Sagrado Corazón de Jesús; sin embargo, tiene su propia historia. La atención de los cristianos fue atraída desde el principio por el amor y las propias virtudes del corazón de María. Los propios evangelios nos invitan con una exquisita discreción y delicadeza. También nos invitan a la compasión hacia Ella, sobre todo cuando se encontraba al pie de la cruz. La profecía de Simeón, Lc 2, 29-32 también contribuyó a promover su devoción con una de sus representaciones más populare: el corazón traspasado por una espada. San Agustín escribió que María no era una presencia pasiva al pie d la cruz; “Ella cooperó a través de la caridad en la obra de nuestra redención”.

El Magnificat, Lc 1, 46-56, nos arroja más luz sobre su corazón, a la vez que nos revela los elementos de la psicología mariana. Algunos Padres de la Iglesia son aportan profundas revelaciones sobre esta psicología:

1.       San Ambrosio. En su comentario sobre el evangelio de San Lucas donde escribe que María es el ideal de la virginidad.

2.       San Efrén. Nos ofrece un cántico poético sobre la llegada de los Magos y la bienvenida que los ofreció la humilde Madre. Poco a poco, en consecuencia de la aplicación del Cántico de la relación amorosa entre Dios y la bendita Virgen, el Corazón de María, llegó a ser para la Iglesia el corazón de la esposa delos Cánticos, así como también el Corazón de la Virgen Madre. También de otros libros sapienciales, se puede deducir que María, con sus encantos,  personifica la Sabiduría, madre del amor, del conocimiento y de la santa esperanza.

3.       La misma Santa Isabel la proclama bendita porque creyó las palabras del ángel. El Magnificat es una expresión de su humildad, al responder como mujer del pueblo.

4.       San León Magno dijo que através de la fe y el amor, Ella concibió a su Hijo espiritualmente, aún antes de recibirlo en su vientre.

5.       San Agustín. Escribió que María fue más bienaventurada al concebir a Cristo en su corazón, que al haberlo concebido en su vientre.

La devoción a su Inmaculado Corazón fue creciendo a lo largo de la historia. María tocó los corazones de muchos santos que también contribuyeron a extenderla: San Bernardo de Clairvaux en “De duodecim stellis”, del cual la Iglesia usa un extracto en el Oficio de la Compasión y de los Siete Dolores. El año 1080, San Anselmo de Lucca publicó sus meditaciones sobre el Ave María y el Salve Regina. Santo Tomás Becket también tuvo una profunda devoción a los Dolores de María. Santo Domingo, en el siglo XIII, creador del Rosario; “Las Revelaciones de Santa Brígida”, con su modelo místico de María, publicado en 1361; San Bernardino de Siena, absorbido en sus contemplaciones en el corazón virginal, en 1444; San Francisco de Sales habla de las perfecciones de este corazón, modelo del amor de Dios y le dedicó su “Theotimus”; este modelo influyó más tarde, en el siglo XIX, en San Juan Bosco para formular su modelo educativo, estableciendo que la educación es cosa del corazón.
San Juan Eudes

Fue en la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del XVII, precisamente cuando San Francisco de Sales publicaba extensamente sus obras, que también se extendió esta devoción con más fuerza. San Juan Eudes, en 1681, se dio  la tarea de propagar esta devoción y hacerla pública, además de proponer una fiesta en honor del Corazón de María, primero en Autun, en 1648 y después en varias diócesis francesas. Estableció varias sociedades para promover la devoción, habiendo publicado su obra  “Coeur Admirable” (Corazón admirable) en 1681.

El Sagrado Corazón de Jesús unido con el Inmaculado Corazón de María comparte su Triple Amor: Como símbolo de Amor Divino que comparte con el Padre y el Espíritu Santo; como símbolo de Amor Ardiente dentro de su alma, que enriquece la voluntad de Cristo, iluminando y gobernando sus actos mediante su conocimiento perfecto; en una manera más directa y natural, es el símbolo del Amor Sensible, ya que el cuerpo de Cristo fue formado por el Espíritu Santo en el vientre de la Virgen María, posee poderes absolutos de sentimientos y percepción, de hecho más intensos que los de cualquier cuerpo humano.

San Juan Pablo Magno plantea esta devoción con una radicalidad evangélica en su Carta Apostólica ‘Rosarium Virginis Mariae’: “El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo «sea formado» plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella, «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo».[20] Es el principio iluminador expresado por el Concilio Vaticano II, que tan intensamente he experimentado en mi vida, haciendo de él la base de mi lema episcopal: Totus tuus. Un lema, como es sabido, inspirado en la doctrina de san Luis María Grignion de Montfort, que explicó así el papel de María en el proceso de configuración de cada uno de nosotros con Cristo: «Como quiera que toda nuestra perfección consiste en el ser conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de la devociones es, sin duda alguna, la que nos conforma, nos une y nos consagra lo más perfectamente posible a Jesucristo”.

-Yvette Camou-

Bibliografía:

Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. 2008. Bilbao, España.

Bilton, William G. ‘Devotion to the Immaculate Heart of Mary’. Entry at the Catholic Encyclopaedia/New Advent. 
Robert Appleton Co. Updated. 2014.

Papa Juan Pablo II, ‘Rosarium Virginis Mariae’. Carta Apostólica.  16 de Octubre del 2002. Roma.

Papa Pío XII. ‘Haurietis Aquas’.  Encíclica. 15 de Mayo de 1956. Roma.

Peyton, Patrick. ‘Father Peyton’s Rosary Prayer Book’. Ignatius Press. 2003. Page 94.

Schaff, Philip (Editor); Dods, Marcus;  Cleveland, Rose Elizabeth; Shaw, J.F. Rev.  “The Complete Works of Saint Augustine: The Confessions, On Grace and Free Will, The City of God, On Christian Doctrine, Expositions on the Book Of Psalms, . [Kindle Edition]. Amazon Digital Services.  August 3rd, 2011.

Von Speyr, Adrienne. ‘Handmaid of the Lord’. Ignatius Press. 1985. Pages 12, 163, 164.


26 de junio de 2014

MATAMOS CASI A DIARIO, ¿Y HABLAMOS DE PAZ?



Es un mundo de locos, de disparates y de mentiras. Es cuando más se habla de derechos, de libertad, de valores y de justicia, y todo son palabras escondidas en mentiras que sólo descubren apariencias y falsedad. Y lo peor de todo es que aceptamos resignadamente el juego. Quizás pensemos que a nosotros no nos va a tocar, pero igual decíamos cuando las residencias... ¡Y ya ven, ahora parece hasta normal!

Silmultáneamente la familia se resquebraja se desestructura y queda preparada para, cuando sus miembros ya necesiten cuidados, quitarlos del medio porque son un laste y un déficit. Lo advertíamos y ya es realidad. La marea parece imparable. El Parlamento de Canarias acaba de iniciar los trámites para aprobar una «Ley autonómica de derechos y garantías de las personas en el proceso final de su vida», conocida como de «muerte digna». Y en Bélgica: La eutanasia aumenta un 700% en 11 años. Leer más...

Se ha perdido el derecho a vivir convirtiéndolo en un derecho a la muerte. No son especulaciones sino datos que están ahí. Se mata al nacer y también al morir. Ya nos será difícil intuir, si escapamos a la muerte en el seno de la madre, escapar a que nos maten sin contar con nuestro derecho a conservar la vida hasta la última gota de nuestro aliento entregada a Dios.

Y lo peor es que no advierten su ceguera y cierran los ojos a una vida de esperanza, de gozo y de vida eterna. Seguiremos luchando y alzando nuestro grito en defensa de la vida y rezando cada viernes en el blog: "Un Rincón para orar" un Rosario de la Mano de la Virgen y junto a todos los que nos unamos para aunar nuestra voz al Padre por la defensa de la familia y de la vida. Necesitamos rezar.

 Salvador Pérez Alayón

25 de junio de 2014

DEVOCIÓN DEL BEATO JUAN XXIII A SAN JOSÉ

Quiero recordar algunos detalles de la devoción del Papa bueno al bueno de San José ¡Qué bueno es San José! decía santa Teresita.
           
Dejo los documentos escritos, veintiuno los más destacados, en los que aparece la valoración altísima que tiene de san José y su grandísima devoción, -no perdía ocasión de vivirla y de promoverla- y me limito a algunos hechos más destacados de su amor a San José. Juan XXIII es, sin duda el Papa más josefino de la historia de la Iglesia             Recuerdo que en el bautismo recibió los nombres de Ángelo José, siguiendo la tradición familiar El nombre de José le marcó para toda su vida. Bebió la devoción a San José con la leche materna. En su casa del Sotto il Monte el cuadro del santo Patriarca era objeto de veneración ininterrumpida. A él se dirigían todos en cada circunstancia, mayores y niños, manteniéndolo asociado a su Esposa la Virgen María y al Niño Jesús que estrechaba contra su pecho. El mes de marzo trascurría entero en piadosas lecturas josefinas y en ingenuas invocaciones titánicas y los miércoles de cada semana de todo el año estaban dedicados al santo Patriarca. José Roncalli, desde joven, amaba decorar las paredes de su dormitorio y su sala de trabajo con estampas populares de San José.
            La víspera de su ordenación episcopal tomó una solemne decisión: Asumo ahora y por siempre el nombre de José, que además me fue impuesto en el bautismo, en honor del querido Patriarca que será mi primer patrón después de Jesús y de María y mí ejemplar.
            El mismo dijo. He caminado con san José toda mi vida... No sé empezar mi jornada ni terminarla sin que mi primera palabra y mi último pensamiento se dirijan a él, (a san José).
            El Papa Juan XXIII se alargaba –dice su secretario- hablando del Santo como si le conociese personalmente, como si se tratase de un amigo suyo con el cual viviese en íntima familiaridad y se dirigía a él con candor sorprendente.
            Tiene expresiones, hablando de San José, de una sencillez encantadora: En las cosas difíciles yo me vuelvo a él y siempre me escucha. José va siempre adelante con calma y con su asnillo y llega a la meta con seguridad. Tened confianza en él que habla poco, quizás nada, pero lo puede todo.
            Al decidir escoger un patrono para el Concilio Vaticana II opta por san José porque a ninguno de los protectores celestiales puede confiárselo mejor  que a él,  Cabeza augusta de la Sagrada Familia y Protector de la santa Iglesia, para alcanzar la ayuda del cielo en la preparación y desarrollo del Concilio, que no pide para su realización y su éxito más que luz de verdad y de gracia, disciplina de estudio y de silencio, paz serena de las mentes y de los corazones.(Letras apostólicas del 19 de marzo de 1961).
            Y cando lo declaró patrono del Concilio escribió: “Así, pues, confiando en la ayuda del Redentor divino, `principio y fin de todas las cosas, de su augusta Madre la Santísima Virgen María y de San José, a quien desde el principio confiamos tan gran acontecimiento, nos parece llegado el momento de convocar el Concilio ecuménico Vaticano II” (Humanae salutis, 25 de diciembre de 1961).
            Esta devoción a san José aparece particularmente  en el hecho de incluir el nombre de San José inmediatamente después del de su Esposa la Virgen María en el canon romano, atendiéndola clamor de miles de voces que habían llegado de todo el mundo de cardenales, obispos y fieles y lo hizo con gran gozo de su  corazón. Y entró en vigor el 8 de diciembre de 1962.
            El último acto público de su devoción a San José es la inauguración de un altar a San José en la Basílica de San Pedro. En la tarde del 19 de marzo de 1963 Juan XXIII se paraba en el crucero de izquierda de la Basílica de San Pedro para descubrir y bendecir el nuevo mosaico del altar dedicado a San José. La ceremonia de esta tarde ha sido encanto, suavidad y estímulo para nuestra alma. Era su deseo cumplir con este acto de piedad hacia el Esposo castísimo de María y Custodio de Jesús y coronar de esta manera el voto del corazón de que se encienda también en el templo máximo de la Cristiandad la devoción a San José, protector de la Iglesia y protector del Vaticano II. La coincidencia con mi onomástica y con el 38º aniversario de mi consagración episcopal no podía ser ni más conmovedora ni más significativa.
            En la alocución a los cardenales, cuando le felicitaron por  su santo les recuerda que “se nos ha dicho y lo hemos experimentado con íntimo gozo que antes y después de las congregaciones generales, del Vaticano II, en San Pedro, en los días del concilio ecuménico se notaba un grupo notable de padres  en oración ante el altar del Santo…Aceptad el voto que Nos hacemos, señores cardenales, de que ese altar al paso que sea motivo de mayores peregrinaciones, sea también fuente de consuelo y de favores celestiales”
P. Román Llamas,ocd.


24 de junio de 2014

¿Quién es san Cornelio?

Papa Elegido en III.251Nació en Roma.
Martirologio: En Roma, en la vía Apia, en la cripta de Lucina del cementerio de Calixto, sepultura de san Cornelio, papa y mártir, que se opuso seriamente a la escisión de Novaciano y, con gran espíritu de caridad, recuperó a la plena comunión con la Iglesia a muchos cristianos caídos en la herejía. Padeció al final el destierro a Civitavecchia, en la Toscana, por parte del emperador Galo, sufriendo lo indecible en palabras de san Cipriano. Su memoria se celebra pasado mañana (252).

Memoria de los santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por el orbe cristiano, porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo (252, 258).

El catolicismo no es laxitud, pero tampoco es rigidez inhumana. Cuenta con las debilidades de los hombres, como contó con ellas su Divino Fundador, Jesús, que no quebraba la caña cascada, ni apagaba el leño todavía humeante. Es curioso observar cómo la Iglesia condenó con idéntico celo la depravación de las costumbres que el rigorismo moral: las ideas desorbitantes como las demasiado alicortas. Ya desde los primeros siglos de la era cristiana fueron fulminadas con el anatema todas las doctrinas que suponían al hombre fuera del quicio de su debilidad. Estúdiense las condenaciones de encratitas, novacianos, jansenistas, etc., y se verá que los rostros ceñudos y demasiado alargados por la rigidez no caben en la Iglesia. Y es que ésta se sitúa siempre en el fiel de la balanza: entre el ángel y la bestia: entre los hombres. Yerran, por tanto, quienes intentan deshumanizar al hombre con el pretexto de elevarlo hacia las altas cimas de Dios, ¿Condescendencia de la Iglesia? En cuanto que aprueba el mal, no; pero sí en cuanto que lo supone. Bien considerado todo esto, queda bien claro que no hay por qué rasgarse las vestiduras cuando la Iglesia —Esposa purísima de Cristo— rechaza palabras como reforma, puritano, cátaro (= puro), pietista, etc. (todas ellas con un evidente significado de pureza), por estar marcadas de herejía. El refrán latino dice que in medio, consistitvirtas (en el medio está la virtud), y la Iglesia se mantiene en ese medio humano evitando los extremos de rigorismo o laxitud.
Y todo esto, a propósito de San Cornelio. Porque este Santo fue uno de los que —desde el timón de la nave de San Pedro— supieron sortear los escollos del más y del menos, quedando en el justo medio.
En efecto, el nombre del papa Cornelio va asociado en la historia eclesiástica al del cisma o herejía de los novacianos. Frente a la intransigencia de éstos, San Cornelio vio que el leño todavía humeaba... ¿Por qué, pues, apagarlo? En la célebre cuestión de los lapsi (o caídos en la apostasía) veremos que San Cornelio representa la auténtica mentalidad de la Iglesia.

No es demasiado lo que se sabe sobre este Papa, pero es suficiente e históricamente válido.
A la muerte. Del papa Fabián, martirizado en el comienzo de la persecución de Decio (20 de enero del 250), la sede romana quedó vacante durante dieciséis meses. En este largo período gobernaron la Iglesia romana los sacerdotes de la ciudad, entre los cuales se significó en todo momento un tal Novaciano, autor de diversas obras y hombre rigorista, Y éste, parecía ser el candidato para ocupar la cátedra de San Pedro, cuando, al amainar la persecución, se trató de elegir nuevo Papa. Sin embargo, la mayoría de los votos designó al sacerdote Cornelio (abril del 251), que fue reconocido como Romano Pontífice, frente a un grupo de presbíteros que apoyaban a Novaciano. La ambición de éste hizo que pronto surgiera un cisma en Roma. De hecho, Novaciano se hizo consagrar como obispo de Roma y envió cartas a las demás iglesias para que le reconocieran como Papa. Pero prevaleció pronto el buen sentido, y Cornelio vio que su designación era aceptada como válida, no sólo por la mejor parte del clero y del pueblo de Roma, sino también por las grandes lumbreras de la época, Dionisio de Alejandría, Cipriano de Cartago, así como por el resto de la cristiandad.
La actividad de este Pontífice se centró principalmente en la condenación del rigorismo de Novaciano en la cuestión de los lapsi. Ya desde muchos años atrás se venía discutiendo si los cristianos que habían apostatado de la fe (=lapsi) podían ser admitidos en el seno de la Iglesia, previa una sincera conversión. Esto, en definitiva, no era sino un caso particular de la gran cuestión que había agitado a los pontificados de Ceferino (198-217) y de Calixto (217-222) sobre la admisión en la Iglesia o la exclusión perpetua de la misma de los grandes pecadores. Los obispos de Oriente se inclinaban más bien por el rigorismo; aunque no fue esto general, pues ya hemos dicho que por lo menos San Dionisio de Alejandría se inclinó hacia San Cornelio. El problema, como se ve, adquirió dimensiones extraordinarias y turbó durante años a algunas cristiandades. Concretamente, San Cipriano hubo de maniobrar entre el rigorismo desesperante y la indulgencia excesiva, inclinándose al fin y abiertamente hacia la doctrina del papa Cornelio, como lo testimonia la correspondencia sostenida con el Pontífice Romano por el gran obispo de Cartago. Esta correspondencia tiene, por otra parte, una importancia nada despreciable para demostrar la primacía de la Iglesia romana.
El hecho es que en pocos meses la verdad se impuso sobre el error. San Cornelio, espíritu recto aunque flexible, supo demostrar que hay momentos en que no es posible ceder. Así le ocurrió a él, cuando supo sellar su fe con el martirio en Centumcellae (actual Civitavecchia) en el año 252.
La muerte de San Cornelio tuvo lugar en el mes de junio; pero la traslación de sus restos a Roma, desde la cercana ciudad, a donde había sido desterrado y donde sufrió el martirio, se verificó probablemente el 14 de septiembre, fecha de la muerte de San Cipriano, cuya memoria va asociada a la de nuestro Santo en una fiesta común. Fue enterrado en una cripta próxima al cementerio de San Calixto. Su epitafio no está escrito en griego, como el de los papas del siglo III; dice simplemente Cornelius martyr, E. P., ¿no es más que suficiente título de gloria este del martirio? Su sucesor fue el papa Lucio.
De la carta de San Cornelio a Fabián de Antioquía se desprenden unos datos interesantes para conocer el estado de la Iglesia de Roma, todavía no desarrollada por completo: los presbíteros eran, en aquella sazón, cuarenta y seis, siete diáconos, siete los subdiáconos, cuarenta y dos los acólitos y cincuenta y dos los exorcistas, lectores y ostiarios. Cifras, en verdad, muy modestas para las que había de alcanzar con el correr del tiempo la Urbe, pero que revelan ya la pujanza del cristianismo en medio de la persecución.
De la vida de San Cornelio podemos sacar una enseñanza, a saber, que hay que estar dispuestos a sellar la fe con el testimonio de la sangre, pero, a la vez, hay que tener comprensión con los débiles, con los que reniegan con su conducta de la fe o con los que no han recibido de Dios todavía esa luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo  (San Juan).

23 de junio de 2014

LOS QUE SOPORTARON


He escuchado a algunas personas separadas que al paso del tiempo, viendo las cosas en retrospectiva han dicho: No era para tanto, no teníamos porqué haber llegado a la separación…
A otras las he escuchado decir: tuve muy poco aguante…. Me ganó el egoísmo….
Si pudiera retroceder en el tiempo haría las cosas diferente….. tendría otras prioridades…….
Mucho se ha hablado, y ya nosotros también lo hemos hablado…. Sobre la Comunión a los divorciados y vueltos a casar. Un tema candente que levanta ámpula y que será tratado en el III Sínodo Extraordinario de la Familia. Es un gran desafío de la Iglesia. Para que todo eso llegue a tener respuestas, respuestas que se den desde el Evangelio, desde la cruz de Cristo, se necesita oración de todos, y pienso que Jesús escuchará con agrado la oración de aquellos matrimonios  que han luchado, sufrido y arriesgado por salvar su matrimonio porque lo valoraron, amaron. Y consideraron que tenía mucha importancia realizar su vida en comunión y creyeron en las gracias que Dios les daba para salir adelante día con día… pienso en esas personas:
que soportaron traición y perdonaron…..y muchos se burlaron y los consideraron sin dignidad
que soportaron abandono y esperaron…… y muchos les aconsejaron que cerraran de una vez la puerta.
que soportaron humillaciones y dieron lo mejor de sí….. y les insinuaron que era una ridiculez
que con paciencia convirtieron a su pareja….. y les decían no tiene caso…. olvídalo
que se abrieron  a la vida y la dieron a sus hijos ……. Y les decían: por eso no progresan
que recibieron al hijo discapacitado con inmenso amor y ternura……. Y les sugirieron el aborto
que pasaron por pobrezas, mucho trabajo y cansancio…… y los criticaron por no tener visión
que permanecieron unidos …………………. Y fueron juzgadas de estúpidos por no separarse.
que cuidaron a su conyuge en la enfermedad………… y les decían que tenían derecho a abandonarlo en una institución.
Los que no se dieron por vencidos y perseveraron a pesar de las mil y un dificultades que cada día vivieron pensando en la importancia de mantener unida a la familia, de poder entregarles a sus hijos y nietos un ejemplo de seguridad, de que Dios es más grande que los problemas. Y amaron y siguen amando. Ellos pueden, si quieren, acercarse al altar, recibir a Jesús en la Eucaristía porque Él es el que ha estado cada día a su lado, pueden llorar con él si hay penas, pueden cantar sus alabanzas, pueden contar su historia y despertar esperanza, alegría y paz. Y pueden orar por los que no lo lograron. Saben que son sus hermanos en la fe, que son Iglesia y viven en la esperanza y en la misericordia de Dios. Y saben también que serán escuchados.
A esos matrimonios que llevan en su corazón las cicatrices de las heridas y la alegría del amor compartido les encomendamos a todas las parejas que no pudieron seguir adelante, les pedimos que se pongan delante del Señor y les pidan por todos aquellos que esperan en la misericordia de Dios para vivir la alegría la fe recibida.

Josefina Rojo

19 de junio de 2014

¿Cuál es la Diferencia entre la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús y el Mensaje de la Divina Misericordia?














                                                                             “Yo prometo a las almas que veneren mi imagen que no                perecerán……Los dos rayos denotan Sangre y agua. Los rayos pálidos denotan agua, que conduce a las almas a la rectitud. Los rayos rojos denotan la Sangre, que da vida                                                                              a las almas”




Esta  pregunta me hicieron recientemente dos mamás de los niños de Primera Comunión, ya que se acerca la Solemnidad del Sagrado Corazón y todavía traemos fresca en nuestra memoria la canonización de San Juan Pablo Magno, precisamente el Domingo de la Divina Misericordia. Otros han manifestado la misma inquietud con las imágenes, como si una excluyera a la otra.

                Para empezar, debemos establecer lo obvio: Jesús sólo tiene un corazón, pero ambas devociones son realmente inseparables. Del Sagrado Corazón de Jesús brota un amor misericordioso para nosotros y ese mismo Amor debe brotar desde nuestro corazón hacia los demás.  No se trata de un simple ícono. El Papa Pío XI enseñaba que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús era ‘el compendio de nuestra religión’. El Papa Pío XII escribió en su encíclica sobre el Sagrado Corazón ‘Haurietis Acquas’, de 1956: “Por consiguiente, representa y pone ante los ojos todo el amor que Él nos ha tenido y nos tiene aún. Y aquí está la razón de por qué el culto al Sagrado Corazón se considera, en la práctica, como la más completa profesión de la religión cristiana. Verdaderamente, la religión de Jesucristo se funda toda en el Hombre-Dios Mediador; de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo, conforme a lo que El mismo afirmó: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí»” [107].

                La devoción al Sagrado Corazón nos llama a hacer reparación por nuestros pecados. Esa es la orientación que tienen sus prácticas específicas, como lo son: la comunión, los primeros viernes de cada mes, la Adoración Eucarística y la Hora Santa. Todo este conjunto de devociones nos deben conducir a una comprensión más profunda de su infinito amor y su misericordia. El Diario de Santa Faustina Kowalska, escrito entre 1931 y 1938, converge con el mensaje de Santa Margarita María Alacoque, que vivió el siglo XVII. En dicho diario, en la entrada 1777, podemos leer: “Mi hija, que sepas que Mi Corazón es la misericordia misma. Desde este mar de misericordia, la gracia fluye hacia el mundo entero. Ninguna alma que se haya acercado a mí, se ha retirado sin consuelo”.

                Los mensajes comparten el mismo camino y hay cierta simetría entre las imágenes que definen las dos devociones. Esta curiosa dualidad fue expresada en sus propios términos por ambas santas:

  1. 1.       En 1673, en su primera aparición, Nuestro Señor le pidió a Santa Margarita María que la imagen de su Sagrado Corazón fuera venerada por los fieles, le dijo: “Mi Divino Corazón está tan apasionadamente enamorado de la humanidad que ya no puede contener las flamas de ese amor ardiente”.  Después de otra aparición, Santa Margarita María escribió: “Se le debe rendir honor bajo el símbolo de un corazón de carne, cuya imagen debe ser expuesta públicamente. En cualquier lugar que esta imagen sea expuesta para veneración pública, el Señor derramará sus gracias y bendiciones”. Santa Margarita María Alacoque pertenecía a la Orden religiosa de la Visitación,  fundada por San Francisco de Sales.

  2. 2.       El mensaje de la Divina Misericordia viene a nosotros, que vivimos en un mundo que ya ha sufrido la devastación de las guerras mundiales, el azote del ateísmo, regímenes políticos que niegan la trascendencia del hombre, genocidios, además de un materialismo y relativismo moral que han escalado la destrucción de la familia, divorcios, violencia, abusos, adicciones, abortos, pornografía, crimen organizado y mucho más. Somos como ovejas perdidas que nos sometemos voluntariamente a la explotación y rapacidad de una sociedad anti-cristiana. El Mensaje de la Divina Misericordia necesita ser interiorizado a la luz de los retos actuales para nuestra fe. Consiste en confiar plenamente en Dios, en perdonar, pedir perdón por los pecados de todos; además de contener la espiral del pecado y ser misericordiosos con los demás.  Se trata del Amor, porque Dios es Amor. Si el amor habita en nosotros, entonces Dios habita en nosotros. Somos templos del Espíritu Santo y para manifestarlo, debemos realizar acciones que sean propias de Dios, con un corazón lleno de misericordia para compartir el Amor de Dios.  Toquemos el corazón de Cristo,  invitando también a Dios a que toque nuestros corazones. Hagámoslo con la humildad con que lo hicieron los leprosos que se presentaron ante Jesús con su carne desfigurada, pidiéndole que los sanara (Lc 16, 11-19). Santa Faustina, apóstol de la Divina Misericordia insiste en que dejemos el acceso a nuestro corazón abierto, que Dios se encargará del resto. También nosotros,  podemos presentarle a su ‘sagrado dedo’ lo que necesita ser tocado por su gracia, muy especialmente en el sacramento de la Reconciliación. Jesús le reveló a Santa Faustina: “Las gracias de mi Misericordia sólo pueden ser acogidas por un solo medio, que es la confianza en Dios”.

  3. 3.        Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca, falleció en 1938, antes de que Hitler invadiera Polonia y empezara la Segunda Guerra Mundial en 1939.  Su diario y mensajes fueron fuentes de consolación para Europa, abatida por la destrucción de la guerra. En la entrada 1535 de su diario escribe: “Oh, Jesús, me encierro en tu misericordiosísimo corazón, como en una  fortaleza, impregnable contra los misiles de mis enemigos”, quizás vaticinando la fuerza del mal, tanto en las guerras externas como internas.  En la entrada 258, nos advierte contra  nuestros enemigos internos, con las palabras de Jesús: “No temas, Yo no te abandonaré a ti misma”.

Para Cristo, el dolor más grande es la ingratitud en nuestros corazones. Se lo dijo a Santa Margarita María. Sigue teniendo sed de almas, como en la cruz. En vez de ofrecerle más ingratitud, ofrezcámosle oraciones, sacrificios y actividad apostólica para entrar en contacto con su corazón.  Sólo así podremos tener una relación personal con Dios.

En su Divina Misericordia, Dios no se conforma con fijarse en nuestras limitaciones y pecados, más bien se fija en nuestro potencial, en lo que nos podemos transformar por medio de su gracia.  Si Cristo confía en nuestro potencial, con más razón debemos responderle confiando en su Misericordia. El mensaje de la Divina Misericordia se celebra con la Pascua. Cristo Resucitado nos llama durante la Octava de Pascua a abrir nuestros corazones a la fuente de su Divina Misericordia, su Sagrado Corazón del que brota cada gracia en un acto de Amor perfecto, que ha sufrido y ha conquistado la muerte para traernos a la vida eterna.

En la imagen de la Divina Misericordia, podemos ver ilustrada una enseñanza de San Agustín, que desde el siglo IV proclamaba a los fieles que el agua viva que brotaba del corazón de Jesús no es otra que el agua de la Iglesia que nace en el sacramento del Bautismo. La Iglesia nace precisamente al momento en que el centurión romano lanza la espada que hiere el sagrado corazón de Nuestro Señor. Las aguas purificantes del Bautismo, junto con el agua de la Sagrada Eucaristía fluyen sacramentalmente desde el corazón de Cristo para regar las almas del Pueblo de Dios y asegurar la intimidad de nuestro encuentro y relación personal con Dios.

San Juan Pablo  Magno consideraba la predicación sobre el amor y la misericordia de Dios la misión central de su pontificado, como lo manifiesta en su gran encíclica ‘Dives in Misericordia’.  Sus palabras harán eco en las futuras generaciones: “El hombre contemporáneo se interroga con frecuencia, con ansia profunda, sobre la solución de las terribles tensiones que se han acumulado sobre el mundo y que se entrelazan en medio de los hombres. Y si tal vez no tiene la valentía de pronunciar la palabra «misericordia», o en su conciencia privada de todo contenido religioso no encuentra su equivalente, tanto más se hace necesario que la Iglesia pronuncie esta palabra, no sólo en nombre propio sino también en nombre de todos los hombres contemporáneos.”. El Papa Benedicto XVI, en su mensaje de Regina Caeli del 6 de Abril del 2008, al concluir el Congreso Apostólico Mundial de la Misericordia,  fue más allá al anunciar que hay un mandato de la Divina Misericordia que debe cumplirse: “Mi cordial saludo se convierte ahora en un mandato: Vayan por todo el mundo, como testigos de la Divina Misericordia, fuente de esperanza. Que el Señor Resucitado esté con ustedes siempre”.

En su último mensaje de la Divina Misericordia, preparado para el 3 de Abril del 2005 y leído después de su fallecimiento, San Juan Pablo Magno, compartía con el mundo estas últimas palabras: “Como un regalo para la humanidad, que muchas veces se ve alarmada y abrumada por el poder del mal, el egoísmo y el temor; tenemos al Señor Resucitado, Amor que perdona, reconcilia y reabre las puertas del Amor. ¡Cómo tiene el mundo necesidad de comprender y aceptar la Divina Misericordia!”.

En el Evangelio del Domingo de la Divina Misericordia también escuchamos a Jesús que les trae la paz e infunde el Espíritu en sus discípulos (Jn 20, 19-23). En el momento de su muerte en la cruz, Jesús, lleno del Espíritu Santo, derrama su Misericordia y Amor sobre el mundo, en cierto sentido, pasivamente, ya que murió en la cruz como el Hijo del Hombre. Al mismo tiempo, Jesús, como el Hijo Eterno de Dios, en el momento en que fue traspasado por la lanza del centurión romano, permite que su herida derrame su Amor  y su Misericordia a través de todos los tiempos, anticipando el flujo del Espíritu Santo como  fuente infinita de Vida Eterna, agua viva capaz de colmar la sed de nuestras almas.

            Abramos nuestros corazones a la Divina Misericordia para que el Sagrado Corazón de Jesús derrame su Santo Espíritu en nuestros corazones de piedra y los transforme en corazones de carne (Ezequiel 36, 26-27). Es así como Él nos da su Amor y nos permite amar con el mismo Amor que nos dio.  

No temamos compartir estas devociones con los jóvenes, aunque a muchos les parezca absurdo. El Papa Benedicto XVI consagró la juventud del mundo al Sagrado Corazón durante la Jornada Mundial de la Juventud del 2011, en Madrid, en presencia de más de 4 millones de ellos, además de la audiencia televisiva.  Les llevó su mensaje directamente al corazón: Cuando entramos en las profundidades del corazón, siempre encontramos un deseo muy profundo: ansiamos la felicidad. Nos preguntamos dónde y cómo podemos encontrar la felicidad. Nuestra experiencia nos señala que esta sed es apagada cuando se realiza nuestro deseo de conocer el infinito.  El Papa Benedicto XVI dijo en su mensaje: “Los hombres y las mujeres fueron creados para algo grande, para lo infinito”.  Este deseo de infinidad no es otro que el de ser amados por un Amor infinito. Dios es la fuente de la Vida y del Amor. Cuando excluimos a Dios de la fuente de nuestra vida, inevitablemente nos privamos de la alegría y la satisfacción: “Sin el Creador, la creatura se desvanece hacia la nada”. (Gaudium et Spes, 36). Tristemente, vemos en nuestra sociedad muchos intentos por construir un paraíso terrenal, excluyendo a Dios. Esa no es la respuesta. La búsqueda del corazón del hombre termina cuando uno descubre el corazón de Dios.

                Escribió San Agustín: “Tú nos hiciste, oh Dios, para ti y nuestro corazón no descansará hasta que descanse en ti”.  San Agustín se refiere a la dificultad de obtener el Amor verdadero a raíz de nuestra naturaleza de creaturas;  ya que somos seres finitos y pecadores. Hay un conflicto con  nuestro egoísmo, el caos de nuestras pasiones y todo lo que nos aleja del verdadero Amor. El corazón del hombre necesita un corazón que esté ‘a su altura’, que pueda entrar en su historia y que sea todopoderoso para que lo rescate de sus limitaciones y pecados. En Cristo Jesús, nos dice el Papa Benedicto XVI, “Dios ha venido al encuentro de la humanidad con un ‘corazón humano’. En el encuentro del corazón del hombre con el Sagrado Corazón de Jesús, el misterio de la salvación se hace real. Partiendo del infinito horizonte de su amor, Dios ha deseado entrar a los límites de la historia humana. Él tomó para sí un cuerpo y un corazón. Por lo tanto, podemos contemplar un encuentro entre lo finito y lo infinito, lo invisible y el inefable Misterio del corazón humano de Jesús, el Nazareno”.  (Benedicto XVI, Ángelus, 01/06/2008).

                El Papa Benedicto XVI nos ofrece otra hermosa reflexión que podemos tomar de su homilía en la Beatificación del Cardenal John Henry Newman, en Londres: “La santidad es una inmersión en el flujo del amor que brota del Sagrado Corazón de Jesús. El Cardenal Newman con su frase: ‘El Corazón habla al corazón’ quería instruirnos sobre el sentido de la vida cristiana como un llamado a la santidad, vivida con el profundo deseo de que el corazón humano entre en íntima comunión con el Corazón de Dios”.


                                      -Yvette Camou-

Referencias Bibliográficas:

Ø  Biblia de América.  8ª. Edición. Editorial Verbo Divino. 2008. Aprobada por las Conferencias Episcopales de México y Chile.
Ø 
G  Goodyear, Michael, LC. “Touching Distance”. Catholic World News/Catholic.net.  April 19th, 2009.

Ø  Gresko, Gregory, OSB. “Divine Mercy in Contemporary Life’. Catholic on Line/Church Abbey Publishing/Richmond, Virginia. 2011.

Ø  Kowalska, St. Faustina. ‘Diaries of St. Faustina’.  Marians of the Immaculate Conception Press. Cambridge, MA 2005.

Ø  Papa Paulo VI. Constitución Pastoral ‘Gaudium et Spes’.  7 de Diciembre de 1965. Vatican website.

Ø  Pope John Paul II. ‘Dives in Misericordia’.  VIII-15. Vatican website.  November 30th, 1980.  

Ø  Pope Pius XII.   “Haurietis Acquas” Encyclical, May 15th, 1956. No. 107

Ø  Schaff, Philip (Editor);  Dods, Marcus;  Cleveland, Rose Elizabeth; Shaw, J.F. Rev.  “The Complete Works of Saint Augustine: The Confessions, On Grace and Free Will, The City of God, On Christian Doctrine, Expositions on the Book Of Psalms, . [Kindle Edition]. Amazon Digital Services.  August 3rd, 2011.

Ø  WYD 2011. Madrid11.com. “Preparatory Catechesis for the consecration of the youth of the world to the Sacred Heart of Jesus Christ during World Youth Day, Madrid, 2011”. 



18 de junio de 2014

SAN JOSÉ HUMILDE EN SU DOBLE VERTIENTE



            ¿En quién voy a fijarme? En el humilde y contrito que tiembla a mi palabra: (Is 66,2). San José, sin duda, ha leído y meditado estas palabras del profeta Isaías. San José es como una personificación del hombre humilde, como María, su esposa, lo es de la mujer humilde y es que uno y otra andan en la verdad en su doble vertiente, que eso es la humildad, como enseña  la maestra de vida espiritual, santa Teresa de Jesús con estas palabras: “Una vez estaba yo considerando por que razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad y púsoseme delante, a  mi parecer, sin considerarlo sino de presto, esto:  que es porque Dios es suma Verdad y la humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entienda anda  en la mentira. A quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad porque anda en ella” (6M 10,7).”Un espejo para la humildad, mirando cómo cosa buena que hagamos no viene su principio de nosotros, sino de esta fuente donde está plantado el árbol de nuestras almas y de este sol que da calor a nuestras obras” (1M 2,5) Mientras más vemos estamos ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene (V 10,4). Al libro de su Vida lo llama el libro de las misericordias de Dios porque sabe que todo lo bueno que tiene –y tiene tantísimo -, es obra de la misericordia de Dios sobre ella, siendo ella tan ruin.
              San José anda en la verdad del propio conocimiento. Él sabe y tiene plena conciencia que de sí mismo ni es nada ni tiene nada bueno. Sabe que todo, absolutamente todo, lo bueno que tiene es puro don de la misericordia de Dios sobre él. Que no tiene por sí mismo derecho a nada, que no merece nada por sí mismo, que sin Dios ni es nada ni puede nada. Esta una de las vertientes de andar en la verdad, en la verdad de uno mismo. La otra es que todo lo bueno lo recibimos de Dios ¿qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido ¿a qué gloriarte como si no lo hubieras recibido? (1Cor 4,7) Sabe que Dios ha puesto en él abismos de amor, gracias y misericordias infinitas. Con su esposa puede entonar también su Magnificat: Engrandece mi alma al Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su siervo. El Señor ha hecho obras grandes por mí. Le ha hecho esposo de María, la Madre de Dios y por su matrimonio con ella le ha hecho padre de Jesús.
            Reconoce que de sí mismo no es nada. Reconoce si indignidad. Por eso, cuando ve a su esposa esperando un hijo sin él saber nada cae en una noche oscura de humildad. Su humildad se dispara y piensa: si ya lo decía yo que no era digno de desposarme con María, mi mujer. Y entonces en esta noche oscura le vienen mil pensamientos, entre los que el evangelista san Mateo recoge solo uno: se le ocurre abandonarla en secreto al creerse indigno de vivir con una mujer tan santa y tan de Dios. Pero no toma ninguna determinación de abandonarla, solo lo piensa, porque en su humildad sabe que en la situación en que se encuentra tomar una determinación sería una imprudencia, una temeridad. Como dirá más tarde san Ignacio de Loyola: “En tiempos de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en propósitos y determinaciones…Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar” (Obras de San Ignacio, BAC, Madrid, 1991, p.295).
            En su humildad sabe que en tiempos de prueba no cabe otra actitud que la de confiar ciegamente en Dios, -en una oración a Dios el rey Josafat, atacado por sus enemigos, le dice al Señor: Cuando no sabemos qué hacer, esto solo nos queda, volver los ojos a ti (2Cro 20,12)-, porque sabe que Dios no abandona nunca al que confía en él y que al que confía en él la misericordia lo envuelve (Sal 31,19). Lo ha rezado muchas veces en los salmos, sin duda ha leído la oración del rey Josafat y espera que Dios venga en su auxilio y le hable y le habló por medio del ángel: José, hijo de David, no temas tomar a María tu mujer en tu casa (Mt 1,20)
            Viene a decirle el ángel. Sí, eres digno de ser esposo de María, tu mujer y por este desposorio ser padre de Jesús porque yo te he hecho digno llenándote de mi gracias y abundantemente de todas las cualidades y virtudes necesarias y convenientes para que puedas llevar a cabo el ministerio altísimo que te encomiendo.
            Luego cuando nazca el Hijo de Dios del seno de su esposa, su humildad se dispara de nuevo en una vivencia altísima. Al ver que el Hijo de Dios se humilla hasta el extremo de que (como dice San Pablo) siendo de condición divina y no teniendo como robo el ser igual a Dios, sin embargo se anonadó y se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose en todo semejante a los hombres, menos en el pecado, y apareciendo en su porte como hombre, se humilló a sí mismo (Fil 2,7-8), no puede por menos de profundizar en su humildad. Y todo lo hizo  por él y por todos los hombres. Ve el llanto del hombre en Dios y en el hombre, en él mismo, la alegría. ¡Qué trueque!
            Por su profunda humildad san José es exaltado. Dios le da un gozo inefable y una entrega total al servicio de su hijo y de su obra salvadora, un gozo inefable porque  sabe (se lo ha dicho el ángel)  que con su humillación  el Salvador va a salvar a los hombres de sus  miserias y pecados, y él se une a esta obra salvadora de su hijo, porque entre la humildad y la generosidad, como dice San Francisco de Sales, hay un vínculo indisoluble: Estas dos virtudes, humildad y generosidad están tan juntas y van tan unidas la una a la otra que no pueden separarse, pues la humildad que no entraña generosidad es indudablemente falsa. La verdadera humildad después de haber dicho: Yo por mí no puedo nada, nada, cede el puesto a la generosidad que dice: Yo lo puedo todo, pues pongo toda mi confianza en Dios que lo puede todo. La una es la verdad de la otra. Son las dos vertientes de la humildad de que habla santa Teresa que van tan indisolublemente unidas que el reconocimiento de la propia nada sin la confianza en Dios acaba en la desesperanza y abatimiento, y el creer que todo viene de Dios sin el peso de un reconocimiento de la propia nada e indignidad acaba en una soberbia satánica. Por eso dice santa Teresa: “Esta es la verdadera humildad, conocer cada uno lo que puede y lo que Yo puedo”. Separar las dos vertientes de la humildad en la vida es matarnos espiritualmente.


                                                           P. Román Llamas,ocd