A veces hay que esperar, porque las palabras tardan y la vida suspende su fluir.
A veces hay que callar, porque las lágrimas hablan y no hay más que decir.
A veces hay que anhelar porque la realidad no basta y el presente no trae respuestas.
A veces hay que creer, contra la evidencia y la rendición.
A veces hay que buscar, justo en medio de la niebla, donde parece más ausente la luz.
A veces hay que rezar aunque la única plegaria posible sea una interrogación.
A veces hay que tener paciencia y sentarse junto a las losas, que no han de durar eternamente. Amén.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)