María es figura de perseverancia porque
cumple la Voluntad del Padre desde el principio de su elección. María acepta en
su humildad el camino que Dios le propone. Y no entiende en muchos momentos los
vericuetos que tienen que sortear y atravesar. A pesar de tantos obstáculos y
sorpresas desagradables, María sigue el camino y persevera.
Imaginar la invitación de José a María
para salir corriendo para Egipto, parece fácil de ordenar, pero podemos imaginar
cómo María podía tomar esas decisiones y cómo las daba José. Levantar el vuelo
no es cosa fácil ni agradable. Sin embargo, María y José, a pesar de las inclemencias
del tiempo y el riesgo de los peligros del camino, huyeron con el niño a
Egipto. No hay otra explicación que se sostenga sino la fe y la perseverancia de ambos, más en este caso, de María.
María persevera contra viento y marea. Y
avisado en sueño José, regresan a Nazaret, Mt 2, 22. Y María obedece y
persevera observando los primeros pasos de su Hijo Jesús. Y también en los
momentos de su nacimiento, José y María son visitados por los pastores, y María, sorprendida por lo que decían, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón, Lc 2, 19.
Nos dice el Evangelio “y las meditaba en
su corazón”. María perseveraba meditando todo lo que iba viviendo, desde la fe y
docilidad a la Palabra de Dios. Y perseveraba a pesar de sus
incomprensiones y dificultades. Madre,
enséñanos también a nosotros a guardar nuestras dudas e incomprensiones
meditándolas en nuestros corazones. Madre, Virgen de la perseverancia,
intercede por nosotros y contágianos de tu perseverancia para que no
desfallezcamos y sigamos firmes en el camino.
María no entiende muchas cosas. Entre otras
está la respuesta que le da su Hijo cuando lo encuentran en el templo Lc 2, 49.
Y, tanto José como María no entendían la respuesta de Jesús. Sin embargo, María
persevera en silencio y entregada al Plan de Dios. Nos paramos y ante el
testimonio perseverante de la Virgen, nos miramos para, junta a ella, ponernos
en Manos del Espíritu Santo y pedirle que nos ayude también a nosotros a
responder, como la Virgen, con la perseverancia de quienes, a pesar de las
dificultades, sabernos guiados y asistidos por el Espíritu de Dios.
María, Madre de la perseverancia, cuídanos y protégenos ante los peligros y
adversidades del camino y, junto a ti, Madre, que perseveras, acompáñanos hasta
la cruz de nuestra vida, para que, como tú, perseveremos y compartamos nuestra muerte
en y para el Señor.
Por los méritos de tu
asunción,
consíguenos la santa perseverancia
en la amistad divina para que
salgamos finalmente de este mundo
en la gracia de Dios
y así podamos llegar un día
a besar tus plantas en el paraíso
y, unidos a los bienaventurados,
alabar y cantar tus glorias
como lo mereces. Amén
- la siguiente oración es un extracto que corresponde
al maravilloso libro de San Alfonso María
de Ligorio "Las Glorias de María"