10 de enero de 2011

Audiencia a los miembros de la Curia romana y de la Gobernación para lo presentación de las felicitaciones navideñas.


La Iglesia debe hacer resplandecer la fe en el amor de Dios, destacó Benedicto XVI en la tradicional audiencia a los miembros de la Curia romana y de la Gobernación para la presentación de las felicitaciones navideñas.

Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Vatican. va Es una parte del discurso de Benedicto XVI a la Curia romana para la presentación de las felicitaciones navideñas. 

La Iglesia debe hacer resplandecer la fe. El Papa recordó después que “la fuerza motriz que le empujaba en el camino de la conversión, en Newman, era la conciencia”, pero no en su concepción moderna, para la cual “en materia de moral y de religión, la dimensión subjetiva, el individuo, constituye la última instancia de la decisión”. 

Según esta línea de pensamiento, “a lo objetivo pertenecen las cosas que se pueden calcular y comprobar mediante el experimento”. “La religión y la moral se sustraen a estos métodos y por ello se consideran en el ámbito de lo subjetivo”, y en este campo podría decidir “sólo el individuo con sus intuiciones y experiencias”. 

Según el Pontífice, la concepción que Newman tenía de la conciencia es totalmente opuesta. Para él, de hecho, “´conciencia´ significa la capacidad de verdad del hombre: la capacidad de reconocer precisamente en los ámbitos decisivos de su existencia - religión y moral - una verdad, la verdad”. “La conciencia, la capacidad del hombre de reconocer la verdad, le impone con ello, al mismo tiempo, el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentra”, continuó. 

“Conciencia y capacidad de verdad y de obediencia a la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto”. El de Newman es, por tanto, “un camino de la conciencia - un camino no de la subjetividad que se afirma, sino, precisamente al contrario, de la obediencia a la verdad que paso a paso se abría a él”. 

La conversión de Newman al catolicismo, prosiguió el Obispo de Roma, “exigía de él abandonar casi todo lo que le era precioso: sus bienes y su profesión, su grado académico, los vínculos familiares y muchos amigos”. “Newman había sido siempre consciente de tener una misión hacia Inglaterra”, añadió, “pero en la teología católica de su tiempo, su voz apenas podía oírse” porque “era demasiado extraña respecto a la forma dominante del pensamiento teológico y también de la piedad”. “En la humildad y en la oscuridad de la obediencia, tuvo que esperar hasta que su mensaje fuera utilizado y comprendido”.