5 de octubre de 2012

Lecciones de un hallazgo cientifico

13.200 millones

¿Cuánto son 13.200 millones de años? Vamos a imaginarlo así: Juan Andrés paga por su piso un arriendo muy económico: un céntimo de euro por mes. Pero ha vivido 13.200 millones de años en ese piso, y como es olvidadizo, ahora debe cubrir toda la deuda en un solo cheque. Si logra pagar así le perdonan los gigantescos intereses. ¿Cuánto entonces debe pagar? Aún con ese arriendo tan barato su deuda es considerable: algo más de mil quinientos millones de euros--a partir de un arriendo de doce céntimos el año.

Vamos con otra comparación. Jacinta es una escritora muy inspirada pero todo lo reflexiona muy bien, de modo que sólo escribe una letra o signo ortográfico cada semana. Según eso, la expresión "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme" le tomaría algo más de un año. A ese ritmo tan extremadamente pausado, ¿qué alcanzaría  a escribir Jacinta en 13.200 millones de años? Por ejemplo, ¿alcanzaría a transcribir la Biblia completa? La respuesta es asombrosa. Una edición típica de la Biblia ronda los cuatro millones de caracteres. Escribir la Biblia al ritmo de Jacinta de una letra por semana requiere de algo menos de 77.000 años. En 13.200 millones de años Jacinta podría escribir completa la Biblia más de 170.000 veces, a una letra por semana. Es el equivalente a toda una biblioteca de tamaño más que considerable.

Así que 13.200 millones de año son mucho tiempo. ¿Gustan las comparaciones? Intentemos una más. Ernesto y Santiago diseñaron un tanque de agua para servicio público en su pueblo natal. Todo quedó muy bien, salvo que alguien notó que el tanque quedó con un escape, aunque no muy grande. De hecho, el promedio de pérdida es exactamente de una gotita de agua por día. Si no se evaporara, ¿cuánta agua se perdería de ese tanque en 13.200 millones de años? Respuesta: algo más de dos millones cuatrocientos mil metros cúbicos, es decir, agua suficiente para llenar 1.600 piscinas olímpicas. Ello sobre la base de que las gotas son de tamaño promedio, y que 20 de ellas hacen apenas un mililitro.

Insisto en los 13.200 millones porque ese es el tiempo durante el cual la luz ha estado viajando, a 300.000 kilómetros por segundo, desde la galaxia más lejana que hoy se conoce hasta el telescopio Hubble. Según fue anunciado en la edición del 20 de Septiembre de 2012 de la revista Nature, el atentísimo ojo del Hubble recogió fotón tras fotón hasta darnos una tenue pero conclusiva imagen de esa galaxia, un verdadero "fósil astronómico," porque cuando esa luz salió de aquel lugar el universo que conocemos no tenía sino 500 millones de años. La edad actualmente más admitida para el universo es de 13.700 millones de años.

Ver atentamente a la nada

En mi opinión, lo más interesante de este descubrimiento es la manera como se planeó. Las órdenes dadas por los ingenieros, desde la tierra, al telescopio suspendido más allá de la atmósfera fue concentrarse... en la nada. Literalmente, la estrategia fue buscar, entre tantísimas luces que puede ver un telescopio de tanta potencia, un parche oscuro en el firmamento gigantesco: es la única forma de encontrar algo nuevo.

Imaginémonos que la orden de ver en la nada fuera dada, no a un telescopio completamente computarizado, sino a un operario humano. ¿Qué tal suena eso? "Oye, Gabriel, durante los próximos dos meses concéntrate en ver este punto?" Y el operario replica: "¡Pero si ahí no hay nada!" Le responden: "Pues eso es lo que queremos saber: si de veras no hay nada, o si quizás hay algo." Lo cierto es que la obstinada perseverancia del Hubble ha dado fruto: ya tenemos las primeras imágenes de cómo era una galaxia en el joven universo. Al final resultó que lo que parecía oscuridad tenía rastros de luz, y solamente se requería paciencia para recibirla. Lo que se creía vacío resultó habitado.

Evangelizar en un mundo secularizado

Yo supongo que lo de aquel operario hipotético, aquel Gabriel, es lo que muchos sienten cuando, por ejemplo, son sacerdotes y se les asigna una parroquia que parece muerta, vacía, privada de toda luz. La estrategia del Hubble puede inspirarnos. Uno podría pensar que el telescopio no hacía nada mirando el vacío. La verdad es que estaba acogiendo. El telescopio no crea la luz pero sí puede acogerla. A veces creemos que la pastoral consiste en crear como de la nada (imitando a Dios, de paso); quizás lo primero es tener la paciencia para acoger. Fotón tras fotón, la gente va contando sus secretos, que a veces provienen de un pasado muy distante.

Lo que más impresiona de las imágenes del Hubble es que se trata como de un secreto compartido. Quiero decir: en términos cósmicos no hay carrera de relevos. El fotón que impacta los sensores del Hubble ha tenido que hacer todo el camino desde las entrañas de aquella galaxia. Yo pienso que así sucede también con las confidencias, preguntas, e incluso confesiones que recibimos de tantos hermanos y hermanas. De lo más hondo de su historia; de lo más oscuro y confuso de sus preguntas hay un mensaje que quiere alcanzar nuestros ojos atentos y nuestros oídos despiertos.

La mirada de Cristo alcanza esas profundidades de las que habló el Salmo 139:
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
Una mirada semejante, y un amor semejante, necesitamos los que hemos dicho sí a la Nueva Evangelización.

- Fr. Nelson Medina, O.P.