16 de diciembre de 2017

DÓCIL COMO MARÍA

Nuestro problema consiste en que hay muchas cosas que no entendemos. Nuestro intelecto es limitado y no llega a la comprensión de muchas cosas. ¿Cuál es el problema? Posiblemente, que no aceptamos esas limitaciones y queremos comprender todo o, de no ser así, rechazarlo. Y las cosas de Dios no las entendemos. Tampoco las entendió María, pero fue dócil a la Palabra del Señor y creyó firmemente en Él.

Llegar hasta el pie de la misma Cruz descubre una obediencia firme y confiada. María es la Madre obediente que nos enseña el camino de la obediencia confiada. Eso descubre también una gran fe. Y un gran testimonio para todos sus hijos. No podemos escapar a la obediencia, porque nuestro intelecto es pobre y limitado. No entendemos los caminos del Señor y necesitamos fiarnos de su Palabra, y, por tanto, obedecerle. En eso consiste la fe.

Experimentamos, en ese camino de obediencia, la aparición del gozo y la paz. Porque, no es una obediencia ciega, sino una obediencia de aquel que confía en su Palabra y se deja llevar por la acción de su Espíritu, pues intuye que es el mejor camino y el que más le conviene. En él vas descubriendo que, en la medida que avanza y obedece, a pesar de las dificultades y adversidades, la paz, el gozo y la conciencia de hacer lo que verdaderamente sientes y quieres hacer te da serenidad y alegría.

Y María, nuestra Madre, es un camino de enseñanza en la obediencia. Guardaba todo en su corazón, y aunque no lo entendiera se fiaba y confiaba en el Señor. Madre, enséñanos también a nosotros a confiar en la Palabra de tu Hijo, a pesar de no entenderla o desear otras cosas. Enséñanos a seguirle incluso cuando vamos contra corriente y experimentamos dolor y sufrimiento.

¡Madre!, ejemplo de docilidad y fe, intercede por nosotros para que, como buenos hijos, seamos nosotros también seguidores de Jesús y fiarnos dócilmente de su Palabra y cumplir sus mandatos. Amén.