15 de julio de 2020

PEDRO Y PABLO

En ausencia del Papa Francisco - vacaciones - dejamos nuestra humilde reflexión, porque, las vacaciones exigen cambiar y suavizar un poco nuestras actividades, pero nunca dejar nuestra relación personal con nuestro Señor. Sabemos, tal y como él nos dice que: Sus “vacaciones” consisten en dormir un poco más -habitualmente se levanta a las cuatro y media de la mañana-, leer, escuchar algo de música y preparar con tranquilidad documentos y discursos para el “curso” próximo, que incluye viajes a Mozambique, Madagascar y Mauricio en septiembre, y a Japón en noviembre.


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Hoy celebramos el día de Pedro y Pablo, las dos columnas donde se edificó la Iglesia que Jesús ha elegido y ha establecido poniéndolos como sostén de la misma. Pedro, un humilde pescador sin preparación ni cultura que no entiende nada y que, asustado y temeroso, le niega la noche de su prendimiento. Y, Pedro, un erudito de la ley judía, bien formado y comprometido en acabar con esa proclamación del Jesús resucitado que los cristianos proclamaban.

Como podemos observar, la Iglesia se edifica y construye sobre dos grandes pecadores, uno que le niega y otro que le persigue, y, me atrevería a decir, que muchos dentro de ella seguimos siendo grandes pecadores y la defraudamos en muchos momentos. El milagro de la Iglesia, como institución  civil y eclesiástica, es que, formada por pecadores persevera y se mantiene firme y fiel a la consigna de su fundador, Jesús, el Hijo de Dios Vivo. Una Iglesia que, perseguida hasta el deseo de aniquilarla se mantiene erguida, firme y viva a pesar de estar formada por pecadores heridos y tentados por el pecado y el demonio.

Mundo, demonio y carne son las tres amenazas que tratan de echar abajo esa Iglesia que Jesús deja en manos de sus discípulos, de manera muy particular a cargo de Pedro, en su organización interior y jerárquica, y a Pablo, como altavoz de una Iglesia que sale al mundo y proclama que Jesús es el Mesías enviado para salvar al mundo. Un Mesías que nos pide hoy, como les pidió a sus apóstoles, que pensamos de su Persona. 

Porque, todo dependerá de quien creas tú sobre quien es Jesús. Porque, si no crees que es el Hijo de Dios, nuestros esfuerzos serán en vano. Ya lo dijo Gamaliel -Hch 5, 34-39 - en cierta ocasión al sanedrín. Y una prueba de ello es que la Iglesia, a pesar de los pecados de Pedro y de Pablo, y de todos nosotros, está en pie y se sostiene firme. Está claro, es la presencia del Espíritu Santo que la guía y la sostiene hasta la segunda venida del Salvador y Mesías, que nos ha prometido venir a buscarnos para llevarnos a las moradas que nos prepara - Jn 14, 2-3-.