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27 de junio de 2011

El impresionante testimonio de una madre de familia


Cuando la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud pasó por Córdoba, una madre de familia dio este impresionante testimonio que me ha hecho llegar un amigo mío. 

Hoy, aquí delante de la Cruz de la Juventud y de Nuestra Madre, la Virgen, vengo a dar mi testimonio de Fe, de que Dios está de nosotros y se manifiesta a diario en nuestras vidas, aunque a veces no nos demos cuenta.

La Fe, según la Biblia, es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que no se ven.
Por eso las dificultades que se nos presentan a lo largo de la vida nos hacen revelarnos a veces contra Dios, pero es precisamente en los momentos difíciles cuando más lo necesitamos y cuando más tenemos que pedirle que se quede a nuestro lado, que no nos abandone, aunque Él nunca lo hace.
Paso a contaros los testimonios en los que he visto claramente la presencia de Dios.
Hace nueve años el día 23 de marzo de 2002 moría mi hijo mayor con 29 años víctima de un desgraciado accidente. Para mi marido, para mi hijo Nacho y para mí fue un mazazo del que creíamos nunca íbamos a salir, nuestra casa quedó vacía sin él, ya que era muy alegre, simpático y ocurrente y nos alegraba a todos.

A los tres meses de su muerte le detectaron a mi marido un cáncer de pulmón, la entereza con la que lo aceptó fue la primera manifestación de que Dios estaba con nosotros.

La enfermedad nos tuvo muy ocupados durante los tres años que la padeció, quimio-radio-operación, se nos fue pasando el tiempo y así se hizo más llevadera la ausencia de Paco-Pepe aunque nunca lo olvidábamos. Mi marido, al final estaba muy inquieto, había algo que no lo dejaba en paz. Un día vino a visitarnos el capellán de la Cruz Roja por supuesto mandado por Dios ya que al administrarle la Unción de Enfermos mi marido quedó en paz hasta que murió el día 4 de enero de 2005.

El día 24 de febrero mi hijo Nacho sufrió un accidente de coche, no murió en el acto. Los médicos y él lucharon cuanto pudieron, pero sus lesiones eran muy graves y las noticias que nos daban a diario no eran nada alentadoras. Ya se pueden imaginar como me encontraba, era lo único que me quedaba de la familia que yo había formado.
Mi hermana y yo rezábamos sin parar y a todos los santos que nos decían, con decirles que teníamos, además rezando con nosotras gente de toda España incluso conventos enteros.

Un día vino a vernos un sobrino mío y me dijo que le había dicho al padre Fernando que viniera, y así fue, el padre Fernando vino, Dios lo puso en nuestro camino al igual que , en su día, al capellán de la Cruz Roja. Le administró a mi hijo la Unción de Enfermos, y rezaba por él y a mí me dio aliento y ánimo con sus palabras.

El estado de salud de mi hijo era cada día peor, un día nos dijeron que había que amputarle una pierna. Yo me derrumbé, pero seguía rezando, aunque ya siempre rogaba a Dios que fuera lo mejor para él.
A los dos días lo volvieron a bajar a quirófano, y cuando salieron los traumatólogos, otra mala noticia, la otra pierna estaba muy mal y posiblemente, también había que amputar, yo gritaba ¡Señor no, por ahí no puedo pasar! ¿Qué ha hecho mi hijo para esto? Aquella noche me enfadé bastante con Él, lo confieso, pero cuando me calmé y reaccioné seguía pidiéndole lo mejor para él. La otra pierna no llegaron a amputarla, pero a las 7:15 de la mañana del día 24 de marzo falleció. Cuando entramos a verlo su cara reflejaba una sonrisa, la última sonrisa que quiso Dios que me regalara.

Como dijo el padre Fernando en una de sus homilías, a veces, esperamos un milagro, y el milagro no es el que esperamos pero se produce.

A pesar de todo lo que me ha sucedido vivo con la esperanza de que Dios y la Virgen no me han abandonado y tengo plena confianza de que algún día, cuando Dios quiera, me reuniré con ellos.
Por supuesto, también sé que la confianza no nos hace invulnerables a la desgracia, pero esta confianza nos proporciona un apoyo muy importante cuando la vida nos azota de alguna manera, sobre todo si el azote ha consistido en arrebatarte lo que más quieres en este mundo, tus hijos y tu marido.

Pero os aseguro que el no creer en Dios o no tener Fe es mucho peor, pues encontrarnos con Él es lo mejor que nos puede pasar. Necesitamos de Dios y todo se lo debemos a Él.

Y desde aquí y ante esta Cruz digo:
  • Te doy gracias, Señor, por los años que los disfruté y viví junto a ellos.
  • Por haber podido comprobar que tanto mis familiares como mis amigos y amigas me quieren, me apoyan y se preocupan por mí.
Cuando el padre Fernando me invitó a dar mi testimonio de Fe aquí ante la Cruz de la Juventud creí que no iba a ser capaz, ya que nunca había hablado en público, sólo a mi público infantil en mi escuela o a sus padres cuando había reunión, ahora me siento muy contenta por haber podido hacerlo y deseo y pido a Dios que la Fe siempre permanezca en nuestras vidas, no nos arrepentiremos y espero que yo de alguna manera, os haya transmitido algo con mi testimonio.

¡ Adelante, no os rindáis ¡  

20 de junio de 2011

Por Cristo, ve a las Jornadas.

Un buen amigo de Córdoba me envía el siguiente testimonio invitándonos a participar en la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Como bien dice Emilio será un momento de gracia y bendición para todos aquellos que participaremos de este encuentro. ¡Que el Señor derrame abundantes gracias de conversión!



Por Cristo, ve a las Jornadas.



Del 6 al 12 de Junio nos visitó en Córdoba la Cruz del Papa, la Cruz de los jóvenes, y fue un verdadero y auténtico acontecimiento de Gracia. Al igual que en otras diócesis de España, miles de jóvenes acompañaron a este símbolo humilde pero elocuente del cristiano como en un testimonio sincero de Fe. Fue una experiencia extremadamente inolvidable. Pero hubo algunos, muy pocos, que defendían que aquellas multitudinarias manifestaciones de lo que es ser cristiano eran consecuencia de los colegios concertados católicos o de la obligatoriedad por la pertenencia a determinados movimientos eclesiales. No es verdad.

A lo largo de mi vida como cristiano, donde reconozco mi indignidad y torpeza, he descubierto asombrado la vivencia de muchísimos jóvenes que, en torno a Cristo, destellan un entusiasmo y una fuerza que sólo puede venir de lo Alto. Me sobrecoge esa visión tan real que nos demuestra lo viva que está la Iglesia por mucho que quieran ver en ella una Iglesia muerta. La Iglesia está viva y la Iglesia está con los jóvenes, no contra los jóvenes.

Ahora nos visita el Vicario de Jesucristo en la convocatoria que nos hace a todos nosotros para las Jornadas Mundiales de la Juventud. Y esto sí que es una explosión que desconcertará a muchas mentes enturbiadas. Madrid será el epicentro del cristianismo, Madrid será el manantial de Aguas de Vida Eterna que regarán las tierras secas de una España secularizada. Serán los jóvenes de todo el mundo quienes proclamen a la Sociedad la hermosura de seguir y amar a Jesucristo dentro de la Iglesia. Yo nunca he visto a un joven más alegre y más pleno que aquél que vive su vida por Jesucristo y en su Iglesia. Jesucristo, decía un buen amigo mío, no es una alternativa; es la solución, es nuestra meta, es nuestro punto y nuestra referencia. Es verdaderamente hermoso.

No vayamos a las Jornadas a ver al Papa. No. Que sea por Cristo, que sea por Dios. Os aseguro que allí experimentaréis algo tremendamente nuevo, algo tremendamente transformador, algo que os hará distintos. Sentiréis como os toca el corazón el Señor y cómo os dirá que cuenta con vosotros, que vosotros tenéis mucho que decir y que hacer en la Iglesia de la que, eso sí,  el Papa es Cabeza y es Pastor. No desaprovechéis esta oportunidad única porque merece la pena. Allí veréis que no estáis solos, allí recibiréis la fuerza que se puede repetir en cada encuentro con el Señor y que os hará “arraigados y edificados en Cristo, firmes en la Fe”. Os necesita la Iglesia, os necesita el mundo, os necesita Cristo.

Aquél que ha tenido un encuentro personal con el Señor es una persona nueva y esa persona nueva irradia tal vida que hace posible que muchos que tienen miedo, vean en él un referente que les dice que esto es posible. No tengas miedo. Dios es mayor que tu conciencia y si tu conciencia te acusa, nada ni nadie podrá separarte del amor de un Dios que se entregó a la Cruz por ti y que tiene en sus palmas escrito tu nombre. Es importante, no eres cualquier cosa.

Ten ánimo, asiste con los jóvenes del mundo a las Jornadas Mundiales de la Juventud, experimenta el gozo de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo. Sobre ti tiene el Señor proyectos maravillosos, y cuenta contigo porque te quiere, porque te necesita, porque te espera.

Rezo por ti que me lees para que lo vivas. Se valiente y, una vez allí, cuando recibas al Señor Eucarístico, acuérdate de este humilde pecador que hoy te escribe. Que seas bueno y feliz.

Emilio Francisco Amo Urbano
Acólito

14 de septiembre de 2010

De nuestros enemigos

He creado una alerta google con la voz "Benedicto XVI" y llevo unos días enterándome de las campañas de desinformación y de calumnias que se están orquestando para recibir al Papa en el Reino Unido. Al leer esas noticias, el ánimo se suele soliviantar un  poquito.

Esta mañana he meditado sobre este asunto. Todos los días dedico unos ratos a la meditación y los comienzo con un acto de persignación, gesto con el que el cristiano hace la señal de la cruz en la frente, en los labios y en el pecho mientras dice estas palabras: "Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos libranos Señor nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Las rezo siempre, varias veces al día, y sin embargo hoy -fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz- se me han iluminado de repente. Nuestros principales enemigos están dentro de nosotros. Los discípulos de Jesús no tenemos enemigos realmente. Quiero decir que podemos encontrarnos con personas que digan ser nuestros enemigos, pero nosotros no los debemos ver así. No tenemos enemigos exteriores. Devolvemos bien por mal.

Esta mañana la cruz de la JMJ ha llegado a Potes, un pueblo de Cantabria. Esa cruz itinerante deberá recordarnos continuamente esa enseñanza de Juan Pablo II tan digna de ser tenida en cuenta. En nuestras días, los laicistas nos acusan a los creyentes de todos los desmanes y atropellos. La respuesta de Juan Pablo II es estupenda. Nosotros tenemos por maestro a Cristo y no a sus discípulos. Y si estos en alguna ocasión se han olvidado de la Cruz, ésa es su responsabilidad. Quien mira agradecido a Cristo, que abre sus brazos acogiendo a todos en un abrazo cósmico, podrá ser víctima, pero nunca verdugo.

La Cruz deberá librarnos de ese enemigo que llevamos dentro y que nos incita a defendernos con las mismas armas con las que nos ultrajan. Los blogueros cerramos filas con el Papa y no queremos ser más papistas que el Papa. Si el Papa responde con mansedumbre y humildad a los ataques, nosotros no vamos a ser menos.

25 de agosto de 2010

La cruz de las JMJ, en mi casa


Hace unas semanas, tuve la gran suerte de descubrir este blog y a sus componentes, y me aconsejaron escribir una entrada sobre un día todavía más afortunado para mí; el día en que la Cruz de las JMJ vino a mi casa.

He de aclarar que vivo en una finca, con una preciosa ermita de siglos atrás, y la Cruz, con todos los jóvenes que la seguían en la peregrinación, acudió a mi casa para visitar la ermita de Sant Jaume.
Antes de que llegara, mi familia y yo-junto con una amiga-nos dedicamos a prepararlo todo para cuando la Cruz viniera; es decir, decorar la ermita, limpiarlo todo, etc. Estuvimos toda la mañana preparándolo, y yo, al principio, creía que no valía la pena esforzarse tanto por una simple cruz de madera-y es algo que aún no me he acabado de perdonar, aunque tenga trece años-.
Los jóvenes, sus monitores y los sacerdotes tardaron aún en venir, pero llegaron. Y con ellos, una camioneta, donde guardaban su más preciado tesoro.
Yo había estado acompañando a la Cruz en Barcelona, cuando vino a Santa María del Mar. Lo cierto es que no sentí aquello tan especial que sintieron otros jóvenes; no pude sentir la alegría y exultación que notaba en algunas caras, ni el serio respeto de otras. Tal vez era porque yo no veía demasiado la Cruz; no podía sentirla de cerca, ni sentir a Dios acompañarla también.
Por suerte, todo aquello cambió en mi casa.
Los acompañantes de la Cruz decidieron que la familia que vivía allí era quien debía llevarla hasta el altar de la ermita. Yo acaté la tarea con una sonrisa, porque aquello sí era algo importante.
Cargaron sobre mí el peso de la Cruz, y desde aquel momento, me sentí pequeñita a su lado; me llené de sentimientos y pensamientos distintos, algunos hasta desconocidos. Ni siquiera notaba casi el peso de la madera en el hombro; sólo podía sentir a Dios cerca de mí-más cerca, quizá, de lo que haya estado nunca-. Ni se me ocurrió pensar que cargaba una simple cruz de madera; pensaba que estaba llevando el tesoro de los jóvenes, el mejor regalo del Papa, un trozo de fe que había viajado por mil lugares distintos. Fue algo realmente increíble.
Tuvimos que dejarla junto a la entrada, cuando pasó por las manos de todos los jóvenes ya dentro de la ermita, que la levantaban juntos, hasta que llegó al altar. En aquel momento era como si me hubieran quitado algo muy querido, casi necesité cogerla otra vez, pero la sensación, el pensamiento, el sentimiento que tenía segundos antes, no había desaparecido. Seguía ahí.

He aplazado el escribir esta entrada muchas veces, porque no sabía cómo explicar lo que me había sucedido, y ni siquiera ahora sé si lo he expresado bien, pero cuando revivo aquel recuerdo, la misma sensación de humildad y alegría parece que esté rodeándome.
Ojalá todos los jóvenes pudieran sentir lo mismo. Ojalá muchos más puedan coger la Cruz y sentir lo mismo que yo he sentido.