6 de agosto de 2011

CRISTO NO QUITA NADA, LO DA TODO.


La primera quincena de julio, peregriné con la parroquia al norte de Italia. Comenzamos en Milán y acabamos llegando a la ciudad eterna, a la ciudad de la bella Italia, Roma. Ciudad donde millones de Cristianos han derramado su sangre por la fe en el único Dios vivo y verdadero. Para mi, peregrinar a esta ciudad es recordar siempre lo que Cristo hizo en mi vida hace 11 años aproximadamente. Allí el Señor cambió mi vida y cada vez que me pongo en frente de la Basílica de San Pedro del Vaticano supone un renovar mi deseo de ser solamente de Cristo.

Esta experiencia de conversión puede ocurrir en cada uno de vosotros si os fiais de él, si dejáis que él sea quien guie las riendas de vuestra vida. La próxima Jornada Mundial de la Juventud en Madrid puede ser una gran oportunidad para renovar con sinceridad de corazón vuestra entrega generosa a Cristo. Os aseguro que Cristo no defrauda, que Cristo no quita nada sino todo lo contrario nos da lo que necesitamos para vivir cada día.

Nos ha tocado vivir en una sociedad difícil, sociedad que no llena el corazón, que nos deja insatisfecho, que nos hace preguntarnos el ¿Por qué tener que vivir así? Se nos propone cada día un modo de vivir superficial centrado solo en el consumismo, en el dinero y en afán de poseer y de ser, es un afán de querer disfrutar mucho de las cosas y de los otros de manera inmediata y sin ningún esfuerzo, muchas veces con grandes dosis de egoísmo pensando muchas veces en nosotros mismos y no en el bien de los demás. Buscamos nuestros propios gustos y bienestar y no nos damos cuenta de que vivimos en una sociedad conjunta. Una vida así entendida solo produce un gran vacío interior y un gran malestar porque no sacia el corazón del hombre. En el corazón de todo joven hay una gran riqueza interior y una gran capacidad de generosidad. Pero esta capacidad de cosas grandes esta anulada por esta sociedad que intenta quitar a Cristo de en medio y poner el apoyo en el hombre, en la razón, pensando que el hombre por sí solo puede vivir. Cristo nos lo dice muy claramente en el Evangelio “sin mi no podéis hacer nada”.

El papa Juan Pablo II nos ha invitado a los jóvenes a ser Sal de la tierra y Luz del mundo. La función de la sal es dar sabor y la función de la luz es alumbrar. En esta sociedad que vacía al hombre, que hace que el hombre camine en tinieblas, nosotros los cristianos estamos llamados a ser esa luz y esa sal que dé sabor y que muestre al mundo una vida nueva, distinta, marcada no por los criterios mundanos sino por los criterios del Evangelio. Nosotros vivimos en el mundo pero no somos del mundo, somos enviados por el Señor no para proclamar verdades abstractas. El Evangelio no es una teoría o una ideología. El Evangelio es vida. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación”. Si os fuera preguntando a cada uno de vosotros cómo fue vuestra conversión vital a Cristo, seguro que me diríais: Porque viví un acontecimiento (peregrinación, jornada, retiro, campamento...) y me encontré con una persona que me llevó a Cristo. Y ese encuentro con Cristo cambió mi vida. Y me sentí muy feliz porque al fin encontré lo que durante mucho tiempo venía buscando. Y me sucedió lo que a aquel hombre que un día descubrió en el campo un tesoro y vendió todo lo que tenía y no paró hasta poder comprar ese campo y quedarse con el tesoro. Ese campo es la Iglesia. Y ese tesoro es Jesucristo. Y ese hombre eres tú. Y como tú hay muchos jóvenes que buscan también ese tesoro, pero no son capaces de encontrarlo porque lo buscan mal: lo buscan en campos vacíos y estériles.

Ser cristiano es descubrir a Cristo como el gran tesoro de mi vida. Un tesoro que ya nadie me podrá arrebatar. Pero un tesoro que no quiero disfrutar yo sólo. Se puede ser cristiano y moderno a la vez, decía Juan Pablo II. 

Jesucristo es el tesoro que tenemos que llevar a todos los hombres. El os elige y os envía porque os necesita. Necesita brazos y corazones para trabajar en su mies. En nuestras parroquias hay muchos jóvenes que anhelan con toda su alma una vida más digna, más feliz, una vida que les llene más. No os fijéis sólo en lo exterior, en lo que digan o dejen de decir sobre la Iglesia. Hay bastante ignorancia y bastantes tópicos sobre la Iglesia y sobre su mensaje. Fijaos en lo que hay en su interior; fijaos en sus búsquedas, en sus inquietudes y sobre todo en sus profundos deseos de amar y de ser amados; fijaos en el vacío de valores en el que, con mucha frecuencia, se mueven sus vidas y en su gran anhelo, muchas veces no expresado verbalmente, de una vida más auténtica. ¡Ojalá!, el mundo actual que busca, a veces con angustia, a veces con esperanza, pueda así recibir la Buena Noticia, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de evangelizadores, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino y de implantar la Iglesia en el mundo”.

Es fundamental, que ayudéis a vuestra generación a recuperar la unidad interior que está tan amenazada por la falsa cultura de la fragmentación, que produce sujetos débiles tanto en el plano moral como psicológico, y que es fruto de la pervivencia del pecado a través de la Historia. Por eso pedid al Señor los días de la Jornada Mundial que os conceda un verdadero encuentro personal con el Señor para que seáis en medio del mundo Evangelio viviente, que los Santos Patronos de esta jornada mundial intercedan por nosotros en este camino tan bello como es el camino de Santidad.