6 de mayo de 2017

MAYO, MES DE MARÍA

Felicitar a una madre es siempre un cumplido y un detalle inevitable, porque madre no hay más que una y porque una madre nunca se cansa de esperar. Pero, este mes de mayo, mes de flores a María, se nos recuerda que todos tenemos una Madre especial. Una Madre que puesto su vida sin condiciones al servicio de la salvación de todos sus hijos. Una Madre, madre también de nuestras propias madres y padres de aquí abajo.

Madre del Cielo, Madre querida, danos la alegría de descubrir ese Tesoro al que Tú prestaste tu seno y fuiste morada de luz y salvación, siendo la puerta de su venida a este mundo para salvarnos.Mayo es sinónimo de María. La idea de un mes dedicado específicamente a María se remonta a los tiempos barrocos - siglo XVII (diecisiete)-. A pesar de que no siempre se llevó a cabo en mayo, el mes de María incluía treinta ejercicios espirituales diarios en honor a la Madre de Dios.

Fue en esta época que el mes de mayo y de María se combinaron, haciendo que esta celebración cuente con devociones especiales organizadas cada día durante todo el mes. Esta costumbre se extendió sobre todo durante el siglo XIX (diecinueve) y se practica hasta hoy. (Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.)
Es el mes de todas las madres, pero también, añadamos, mes de la vida, porque la vida y la madre están irremediablemente relacionadas. María trajo al mundo la Vida, "el Pan que da la Vida Eterna", y cada madre de este mundo da vida a un hijo de Dios. Un hijo, por el que el Padre ha enviado al Hijo para salvarlo de las garras del pecado y de la muerte. Un hijo que tiene derecho a nacer y vivir para salvar y salvarse por la Gracia de Dios.
Seguir a Jesús es entregarle nuestros pecados y nuestra humanidad herida; creer en Jesús es darle todo nuestro ser, manos y alma, para que nos utilice como instrumentos de su salvación para todos los hombres a través del servicio y del amor. Creer en Jesús es amar, no para cambiar al otro, sino para aceptarlo como es y poner en Manos del Espíritu la acción de que cambie por amor. Se trata de amar tal y como Dios me ama a mí, que me acepta como soy y me cambia amándome y por amor.
Madre, danos la luz y la capacidad de amar como ama tu Hijo, y enséñanos el camino para amar como Tú nos amas, a pesar de nuestras indiferencias, desobediencias y pecados. Amén

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