Dame, Espíritu Santo, una visión positiva sobre las personas y sobre las cosas. Que sea capaz de irradiar alegría y felicidad en mi entorno. Ayúdame a no quejarme. Que Tu alegría, Señor, sea realmente mi fuerza. Que mis sufrimientos y mis pesares, Señor, no cercenen mi alegría porque eso querrá decir que no vivo unido y entregado a Ti sino que pongo todo en manos de mi propia voluntad.
María, ayúdame en mi caminar, para que mi alegría no se vea angostada por el egoísmo, por la soberbia, por el olvido de amar a Dios, por mis faltas de caridad con el prójimo. Que no me deje dominar, Señor, por lo banal, por el culto de la buena imagen, por el materialismo, por lo efímero del éxito, por la búsqueda del poder, por el qué dirán porque esto trae tristeza y no alegría. Que mi alegría, Señor, esté unida a una vida coherente que tenga como fundamento tenerte a Ti como el centro de todo. Amén.