17 de julio de 2010

ORAR ES HACER TU VOLUNTAD.

¡SEÑOR!, ¿cómo puedo escucharte
sin desapegarme de mi voluntad?
Voy a tu encuentro,
pero llevo conmigo
mis pensamientos y proyectos.

No podré, de esa manera,
abrirme a TÚ Palabra,
y menos estar dispuesto
a esforzarme en hacer
lo que TÚ quieres que yo haga.

Hablar contigo supone poner en TUS MANOS
mis asuntos y problemas,
pero, también, recoger y hacer míos
tus proyectos, sufrimientos y deseos.

Y, eso sí lo sé, SEÑOR,
TÚ quieres mi bien, mi felicidad
porque me has
creado por amor
y has puesto todo lo que necesito
para mi disfrute y bienestar.

Y tu VOLUNTAD
es hacer que todos los hombres
sean hermanos, vivan en paz
y se amen como JESÚS, tu HIJO,
nos enseñó.

Y te reconozcan como PADRE y Creador,
y sean uno para Gloria y Alabanza TUYA.

Y, sin embargo, DIOS mío,
a mí alrededor veo mucho dolor,
mucho sufrimientos y miserias.
Si todo lo creado ha sido para nuestro bien,
no parece que haya suficiente para todos.

Y es, SEÑOR, que nosotros, tus hijos,
te fallamos y no escuchamos tus consejos
y tus intenciones.
Sólo nos importa nuestro "yo",
y nuestros "planes".

Y lo estropeamos todo. El mundo que TÚ
nos diste, lo hemos mal usado
y lo estamos convirtiendo
en un lugar inhabitable y dañino.

Y todo, SEÑOR, porque no salimos
de nuestro ego personal, no nos disponemos
a morir a nuestras cosas,
y a preocuparnos por las TUYAS.

Y cuando estemos en tu presencia
podemos sorprendernos con tu desconocimiento
para con nosotros,
pues no por el hecho de decir:
¡SEÑOR, SEÑOR!, seremos reconocidos
por tus hijos,
sino, simplemente, por hacer tu VOLUNTAD.