11 de julio de 2010

El carisma bloguero

Un carisma, enseñan los viejos tratados de teología, es una "gracia gratis data". Se trata de una redundancia con la que se señala un don recibido gratuitamente de Dios para el beneficio de los demás. Todo carisma es un regalo del Espíritu Santo para edificación de la Iglesia de Cristo.

Quienes contemplamos admirados el nacimiento de este blog, advertimos que aquí está pasando algo especial. Se palpa un entusiasmo y una alegría que son típicos de quienes son conscientes de haber recibido un regalo grande. A mayor grandeza del don, mayor también el gozo.

Este proyecto -blogueros con el Papa- está ayudando a despertar la conciencia cristiana de algunos blogueros, es decir, a reconocer que tenemos un carisma propio.

Hace muchos siglos, san Pablo escribió a los corintios advirtiéndoles la multiplicidad de carismas que había en la Iglesia de Cristo: doctores, profetas, lenguas, etc. A mí me gusta pensar en que nos hubiera puesto también a nosotros entre los que gozamos de un carisma. Somos el gremio de los blogueros. Tenemos un carisma propio para la edificación de la Iglesia.

¿De qué carisma se trata?

Pues tiene un poco de todo:

Algo de hablar en lenguas, porque escribimos cada uno en la suya, pero luego nos lee cualquiera y con el traductor nuestras palabras le llegan y quizá le convierten el corazón (es siempre el Espíritu Santo, eso es evidente).

Algo de profecía, no tanto porque adivinemos el futuro, sino porque tenemos únicamente ante nosotros la verdad y nuestra responsabilidad cristiana. No queremos alinearnos a ninguna ideología, pues todas se caracterizan por ser de "pensamiento único" y de lo "políticamente correcto".

Algo de doctores y de mártires. Con la ciencia que cada uno tiene y con su testimonio, aportamos nuestro granito de arena. La verdad no es una realidad abstracta, sino que se hace presente en el mundo a través del amor y del servicio.

Quizá durante siglos los cristianos hemos dejados solos a los Obispos para que defendieran la Verdad cristiana en el mundo. Ha llegado la hora de que los demás fieles les apoyemos con nuestro testimonio. No defendemos la vida ni la santidad de la familia porque nos lo manden los Obispos, sino porque se trata de verdades humanas fundamentales en las que creemos libremente.