1 de enero de 2014

Feliz 2014 de la Circuncisión de nuestro Señor Jesucristo



Hoy, mientras el cielo de Santander estaba siendo iluminado por innumerables fuegos de artificio, yo comenzaba el nuevo año subiendo al altar para celebrar la solemnidad litúrgica de la Maternidad divina de la Virgen María. Este hecho se repite todos los años.

¿Son dos modos de celebrar lo mismo? ¿Estoy unido en el mismo espíritu celebrativo de los que comen las doce uvas al son de las campanas y se aprestan a lanzar sus cohetes y "guasapean" (dicen que ésta ha sido la palabra clave del año 2013) sus felicitaciones a todos sus contactos?

Es lógico que me haga esta pregunta. No dejo de ser un "bicho raro", cuando me separo de los usos sociales imperantes y parece que me aparto de la fiesta y de la alegría de los demás.

No es fácil responder a esas preguntas. Pero la mejor manera de hacerlo es redireccionándolas a cuantos reciben festivamente cada nuevo año cósmico. ¿Qué es lo que celebran ellos? ¿Realmente es éste un acontecimiento que valga la pena celebrar?

El Papa Francisco parece responder a estas preguntas formulando un importante principio que ha desarrollado en su reciente exhortación apostólica Evangelii Gaudium: El tiempo es superior al espacio.
Todos reciben al nuevo Año porque están convencidos de que el tiempo es superior al espacio, aunque la gran mayoría no sean conscientes de ello.

Si el espacio fuese superior al tiempo, entonces realmente no celebraríamos nada. Estaríamos en nuestra cárcel vital, llevando una existencia de esclavos o errando por las periferias.
"Hay una tensión bipolar entre la plenitud y el límite -explica el Papa en el nº 22 de su exhortación-. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El «tiempo», ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio".
Hay celebración porque hay esperanza

Hay celebración porque existe la esperanza, porque esa tensión vital nos dice que, más allá de los límites que pretenden encerrarnos en un espacio, existe una plenitud anhelada. Eso es lo que celebran sin ser conscientes de ello quienes lanzan sus cohetes y toman sus uvas al ritmo de las campanadas. 

Sin embargo, eso es muy discutible. 

¿Es razonable esperar en una plenitud anhelada por el espíritu pero que contrasta con la realidad del límite de nuestro cuerpo? ¿Qué esperamos? ¿Qué celebramos? Las dos preguntas últimas se identifican. Celebramos aquello que esperamos. Si no esperamos nada, nada celebramos o por lo menos sería estupido e irracional hacerlo. Es comprensible que haya muchas personas que se apartan de esas celebraciones multitudinarias y ruidosas y optan sencillamente por mantener una actitud digna y resignada. Si el espacio es superior al tiempo, entonces la vida es una cárcel sin esperanza. Volveremos al polvo del que hemos venido. El suicidio, el aborto, la eutanasia, sería algo deseable... un modo de escapar de una vida miserable.

Me parece que a quienes piensan así no se les debe responder de manera equivocada. No se trata de recordarles únicamente que existe el quinto mandamiento de la Ley de Dios y que en consecuencia esas conductas son pecaminosas. Esas personas necesitan esperanza, pero una esperanza fundada. 

¿Qué celebramos hoy, 1 de enero de 2014? ¿Un nuevo Año cósmico? No, celebramos el años 2014 de la circuncisión de nuestro Señor Jesucristo. Ese día en que el niño Dios fue llevado por sus padres al Templo para que lo circuncidaran y le pusieran el nombre de Jesús, "el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno" (Lc 2, 21). Ese día el nombre de Jesús -que significa Dios salva- comenzó a dar esperanza a todos cuantos están convencidos de que el tiempo es superior al espacio. 

Lo curioso del caso es que cuantos se atrevan a formular la felicitación con las palabras con que titulamos este post comprenderán por qué razón este niño sería un signo de contradicción. Muchos que celebran el nuevo Año no querrán de ninguna manera reconocer que es la circuncisión de Jesucristo la razón última de su alegría y de su esperanza. 


Joan Carreras