Vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana. (Marcos 15,43 y 46)
Yacías abandonado en los brazos de aquella que te había envuelto en pañales recién nacido, y te había custodiado en el silencio del corazón. Ahora te contemplaba para decirte todavía palabras de amor… En su corazón de Madre la espera lacerante era abandono y paz confiada en la fidelidad de la promesa divina. La Madre del sábado santo llenaba de fe la noche de la espera. Con ella cerca, nuestro dolor es alcanzado por la promesa de que la vida vencerá a la muerte y se convertirá en el misterioso amanecer del octavo día. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina
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