29 de noviembre de 2013

Proclama mi alma la grandeza del Señor

Sabes de antemano todo lo que rodea a mi vida, sabes cual es mi historia, mi forma de vivir, de pensar, de sentir, de asumir las situaciones y sabes también que de vez en cuando tengo que huir de todo, y de casi todos, lo que me rodea. 

Eres el que me conoce a la perfección, al cien por cien, porque contigo no hay engaños, no hay mentiras, no puede haber ramas oculten el paisaje. Me conoces y punto. 

Yo ante ti, descanso y me entrego día a día porque aún sabiendo de mis propias limitaciones, de mis podredumbres, de mi coraje o cobardía para asumir las cosas según me vienen, eres el que me consuela, me apoya, me ayuda, me protege, ensalza mi alma para llegar a cotas inimaginables que me hacen afrontar lo difícil o lo fácil con una mansa actitud. 

Señor, sin Tí no soy nada y contigo lo soy todo porque me sé querido y amado como solo Dios puede hacerlo para con sus hijos. No sé cuanto tiempo pasa desde que, arrodillado, frente al Sagrario que contiene Tu Bendito y Venerado Cuerpo, aunque puedo decirte lo sabes de antemano, que es el tiempo más aprovechado porque en cada pensamiento, cada oración, cada palabra, cada súplica, cada gracias está impregnado Tu Ser que poco a poco va envolviendo a este humilde, y a veces infame, pecador para que sintiéndote cerca vea mi vida, mi historia, de una manera más real y llena de esperanza. 

Cierro los ojos y veo mejor. La fe no es una imagen es la Gracia de Dios que siendo Padre nos la ofrece hasta que la sentimos como una zarza ardiente en nuestro corazón. 

La fe la palpo, la siento, incluso la escucho, desde el silencio. ¡Qué bien se está en silencio hablando con Jesús! ¡Qué se disfruta de la Presencia de Cristo Sacramentado! ¡Qué descanso y felicidad experimento estando contigo en cuerpo y alma! 

Celebrar el Santo Sacrificio de la Misa donde Te haces presente y Te vuelves a entregar, a donar a todos y cada uno de nosotros, como lo hiciste hace más de dos mil años. En cada Eucaristía se revive ese momento donde el Amor de los Amores se hizo pan y vino para permanecer por toda la eternidad con estos hijos suyos que en demasiadas ocasiones nos olvidamos de que Estás siempre a nuestro lado. 

Llegar hasta la Mesa del Altar y comulgar Tu Bendito Cuerpo nos sirve como el alimento que sacia toda hambre y nunca caduca, llegar debidamente preparado mediante el Sacramento del Perdón de los pecados para albergar en mi cuerpo Tu Cuerpo que sale de las paredes del Tabernáculo para instalarse en las paredes de mi vida. 

El sagrario que te cobija es de oro, metal precioso hecho por el hombre para el hombre así como para dar la máxima dignidad y solemnidad a lo más valioso, ¿Y quién puede ser más valioso sino Tú? En cambio, Jesús, sales del Templo para instalarte y convertir mi cuerpo en sagrario temporal, pues dentro de mí está instalado Cristo Eucaristía. 

Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y le otorgó la máxima dignidad. Ese cuerpo creado por el Padre es donde, cada vez me acerco a comulgar, se alberga Jesús .

¡Qué Grande Eres Señor! ¡Y qué grande me haces siendo yo tan pequeño! 

Muchas pienso que si de verdad fuésemos conscientes de que Dios está cobijado dentro del Sagrario, si supiéramos del valor de este inmenso privilegio que es poder estar con Cristo día y noche escuchándole y conversando con Él desde ese silencio que impregna y envuelve todo, no nos moveríamos ni un sólo instante de Su Lado. 

Buen hermano disfruta de Jesús y con Jesús Presencia Viva que da Vida al hombre. ¡Dios te espera, no le falles! 

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo, que Dios te bendiga y, como diría nuestra hermana en la fe Cristina Llano, nos seguimos viendo en la Eucaristía. 

Jesús Rodríguez Arias