26 de noviembre de 2013

Una Vida Consagrada Enteramente Al Servicio De Jesús

“San José ha sido llamado por Dios a servir directamente a la persona y a la misión de Jesús, mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo coopera en la plenitud de los tiempos al gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación” (RC 8). Ejerciendo su paternidad para con Jesús es ministro de la salvación. “Su paternidad se ha expresado concretamente en haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le va unida, en haber usado de la autoridad legal que le correspondía sobre la Sagrada familia para hacerle total donación de sí, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico en la sobrehumana oblación de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, germinado en su casa” (RC 8).

Servir José directamente a la persona y a la misión salvadora de Jesús mediante el ejercicio de paternidad es una misión sublime y una dignidad augusta que exigen unas disposiciones y unas virtudes especiales. Por eso “como no es concebible que a una misión tan sublime no correspondan las cualidades exigidas para desarrollarla adecuadamente es necesario reconocer que  José tuvo `para con Jesús ´por especial don del cielo todo aquel amor natural, toda aquella afectuosa solicitud que el corazón de un padre pueda conocer”(RC 8)

Alguien pudiera pensar que si San José no estuvo presente a la pasión y muerte de Cristo en la cruz ¿cómo se puede afirmar que cooperó a la salvación de los hombres, cuando esta se realiza precisamente por la pasión, muerte y resurrección de Jesús, pues San José para entonces ya había muerto? El B. Juan Pablo II, previendo esta dificultad, escribe: “La vía propia de José, su peregrinación de la fe concluirá antes,  es decir, antes que de María  se detenga ante la cruz del Gólgota… Sin embargo, la vía de la fe de José sigue la misma dirección, queda totalmente determinada por el mismo misterio del que él, junto con María,  se había convertido en el primer depositario”  por que  “la encarnación y la redención constituyen una unidad orgánica e indisoluble en la que la `economía  de la revelación se realiza con palabras y obras intrínsecamente connexas entre sí. Precisamente por esta unidad el Papa Juan XXIII  que alimentaba una gran devoción por San José estableció que en el canon romano de la Misa, memorial perpetuo de la redención, se incluyera su nombre junto al de maría, y antes de los apóstoles, de los sumos Pontífices y de los mártires”(RC 6).

Por esta unidad orgánica e indisoluble todas las acci0ned de Cristo son salvíficas y redentoras. “El crecimiento de Jesús en sabiduría, edad y gracias (Lc 2,51) de desarrolla e ámbito de la Sagrada Familia, a la vista de San José que tenía la alta misión de `criar´, esto es de alimentar, vestir e instruir a Jesús en la Ley y en un oficio, como corresponde a los deberes propios del padre” (RC 16). Pues bien, todos los actos de Jesús en esta crianza, religiosos, culturales, humanos son acto de salvación. “De hecho la salvación que pasa a través de la humanidad de Jesús, se realiza en los gestos que entran en la cotidianidad de la vida familiar, respetando aquella `condescendencia´ inherente a la economía de la encarnación” (RC 8).

Si la salvación se realiza en los gestos de la vida familiar de Jesús,”toda la vida privada o `escondida´ de Jesús ha sido confiada a su custodia (de san José) (”RC 8) y está sometida a él. San José es ministro de la salvación consagrando a Jesús toda su vida en sumisión de padre.

De hecho el Papa recorre algunos de los hechos más destacados de la vida familiar de José con Jesús: el censo, el nacimiento den Belén, la circuncisión e imposición del nombre, la presentación en el templo, la huida a Egipto y la pérdida del Niño en el templo. Y en dos de ellos explícitamente afirma que  José es el ministro de la salvación: en el nacimiento, “como depositario del misterio escondido desde los siglos en la mente de Dios y que comienza a realizarse ante sus ojos en la plenitud de los tiempos, José es junto con maría en la noche de Belén testigo privilegiado de la venida de Dios al mundo” (RC 10). Y en la huida a Egipto, “así como  Israel había tomado la vía del éxodo, en condición de esclavitud para iniciar la antigua alianza, así José, depositario y cooperador del misterio providencial de Dios, custodió también ene. destierro a aquel que realiza la nueva Alianza” (RC 34).


                                                                       P. Román Llamas, ocd