27 de noviembre de 2013

Como quien comparte una alegría



"Los cristianos tienen el deber de anunciar el Evangelio sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable" (Evangelii gaudium, 14).

Una frase estupenda. El cristiano tiene la misión de predicar el Evangelio de Cristo, que es la exigencia misma: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" (Mc 16, 15-16). El gran error consiste en comunicar el Evangelio con el espíritu de un esclavo, que sólo cree por temor a condenarse y, desde esa penosa y miserable situación, predica no el Evangelio de Cristo sino sus miedos y su mezquindad. El deber y la exigencia está en quien predica; en cambio a la persona a la que se anuncia el Evangelio sólo cabe mostrarlo en la verdad del don ofrecido: alegría, horizonte, banquete. El Evangelio sólo es exigente para el que ha creído en él... o para el que lo ha recibido íntegramente y lo ha rechazado. Pero esto último sólo Dios puede decirlo.


Joan Carreras del Rincón