18 de agosto de 2013

Fe y violencia son incompatibles



¡Fe y violencia son incompatibles!, ha repetido con fuerza el Papa Francisco desde el balcón del palacio papal en Castelgandolfo. El de hoy ha sido, como nos tiene acostumbrados, un discurso breve, con un mensaje tan sencillo como profundo. Puede advertirse el dolor que siente nuestro romano Pontífice ante el martirio de centenares de cristianos en Egipto.

El Evangelio de hoy quizá ha podido ser empleado en otras épocas para legitimar algún tipo de violencia al servicio de la verdad. No se trata de una invención de los enemigos de la Iglesia. Sucedió. Y el Papa Juan Pablo II tuvo la valentía de referirse a ello y de querer entrar en el nuevo milenio con un acto de perdón y de reconciliación e instituyendo una comisión de historiadores y teólogos que estudiara las culpas de los hijos de la Iglesia (1):
«De aquellos rasgos dolorosos del pasado emerge una lección para el futuro, que debe empujar a todo cristiano a afianzarse en el principio áureo fijado por el Concilio: “La verdad no se impone más que por la fuerza de la verdad misma, que penetra en las mentes de modo suave y a la vez con vigor”» (2).
El Papa ha vuelto a referirse a la mirada de discípulo, pero esta vez ha señalado a la Virgen María como maestra en el mirar y nos ha pedido que permanezcamos en su escuela, para ser siempre dignos discípulos de su hijo. 


"Por tanto, estas palabras del Evangelio no autorizan en absoluto al uso de la fuerza para difundir la fe. Es justo al contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia. ¡Fe y violencia son incompatibles! ¡Fe y violencia son incompatibles! En cambio, fe y fortaleza van juntas. El cristiano no es violento, pero es fuerte. ¿Y con qué fortaleza? Con la de la mansedumbre, la fuerza de la mansedumbre, la fuerza del amor. Queridos amigos, hasta entre los parientes de Jesús hubo algunos que, en determinado momento, no compartían su modo de vivir y de predicar, nos lo dice el Evangelio (cfr Mc 3,20-21). Pero su Madre lo siguió siempre fielmente, con la mirada de su corazón puesta en Jesús, el Hijo del Altísimo, y en su misterio. Y al final, gracias a la fe de María, los familiares de Jesús entraron a formar parte de la primera comunidad cristiana (cfr Hch 1,14). Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a tener la mirada bien fija en Jesús y a seguirlo siempre, incluso cuando cuesta" (3).

Que aprendamos también nosotros esta lección. Si queremos ser evangelizadores debemos de abandonar el uso de todo tipo de violencia, no sólo la física sino también la verbal. Hablaremos siempre bien de los demás y cuando no podamos decir algo bueno, mejor callaremos. Si hay que denunciar el mal lo haremos siempre de maneras legítimas y siempre con caridad. De otro modo, el Evangelio podría confundirse con los discursos ideológicos y haríamos un flaco favor a la evangelización.




 Joan Carreras

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(1) La Comisión teológica internacional publicó en efecto este magnífico documento: Memoria y Reconciliación. La Iglesia y las culpas del pasado, publicado con ocasión del Jubileo del año 2000.


(2) Juan Pablo II, TMA 35, en la que cita estas palabras realmente luminosas de la declaración conciliar Dignititais Humanae 1.

(3) Papa Francisco, Angelus, 18 de agosto de 2013.