18 de octubre de 2013

San José Hombre De Fe

Hay en el Ayuntamiento de la ciudad italiana de Caravaggio, cuna de artistas, una serie de cuadros del pintor Cristoforo Ferrari, del siglo XVI. Algunos aparecen en la minibiografía de Víctor Negricantes. Traemos aquí uno de ellos: “La duda de San José”, cuyo comentario me ha provocado una sonrisa: “Es graciosa la mirada recelosa de José, pero el recelo es del pintor, no del santo”. ¿tiene razón?

Están los esposos en una habitación con amplio pórtico que se abre a un jardín. Ambos están sentados. María, unidas sus manos, ora en silencio. A su vera José, apoyado en un breve bastón esquiva la mirada. Se diría que está serio, contrariado, malhumorado. Me temo que exagera no el comentarista sino el pintor. José jamás dudó de María, la conocía muy bien, eran vecinos en la aldea de Nazaret. José aparece entrado en años. La edad avanzada que se le atribuye tenía la segunda intención de poner a salvo la integridad física de María, como si la castidad fuera virtud privativa de los ancianos. Viejos y jueces fueron los que tentaros a Susana, en un relato escrito en griego, que se ha hecho muy popular (Dan 11).

José estaba enamorado de María. Un rabino escribía: “Maldito el joven que a los veinte años no se ha casado”. Pienso que María reveló el secreto de su maternidad. No existía ninguna prohibición por parte de Dios, nada le indicó Gabriel. La crisis de José no fue crisis de amor, sino de fe. Si el Señor está con ella, como estuvo con los antiguos profetas ¿cuál es su papel? Y optó por retirarse en un gesto de profunda humildad. ¿Iba a hacer competencia al mismo Dios? Jamás cruzó por su mente que María quebrantara ni una tilde de la ley. En el A. T, el adulterio era un delito grave, prohibido en el Decálogo (Ex 20,14) y castigado con la muerte por lapidación (Jn 8,3-5). Ley machista, al varón se le permite todo, a la mujer se la condena. Ley injusta, nadie puede tomarse la justicia por su mano, es tarea de jueces.

Tomada su decisión, el ángel le hablo, disipando sus temores. “José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María, tu mujer, en tu casa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Darás luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”.(Mt 2.20). Para los judíos la paternidad no depende del acto sexual, sino de la imposición del nombre. Para los antiguos, el nombre es la persona, no una nueva denominación. Nombrar a alguien o algo es tomar dominio sobre ello (Gen 2,19-20) Ningún personaje bíblico padeció tanto como José por la cultura occidental en la Baja Edad Media.

Se inventó el término absurdo de padre nutricio, putativo, custodio. Es padre legal y como tal ejerció su paternidad. Él lleva el timón de la vida religiosa en el hogar de Nazaret, amén de la economía. José enseña a Jesús a recitar la profesión de fe que dos veces al día debía semitonar el padre de familia con los hijos varones. Él acompaña a Jesús al templo de Jerusalén en las tres Pascuas que celebraban los judíos, está presenten la circuncisión a los ocho días de su nacimiento, en la presentación. Fiado en la palabra de Dios creyó que María podía ser madre sin dejar de ser virgen. La fe no es un conjunto de verdades teóricas, especulativas. La fe es una vida, un encuentro con el Señor y su palabra que nos compromete. La fe es fiarse de Alguien a quien se ama. Buen modelo fue San José, porque “para Dios no hay nada imposible”.

José Ignacio Rey