10 de septiembre de 2014

SAN JOSÉ FIGURADO EN EL JOSÉ DEL A. TESTAMENTO

            El nombre de José nos traslada mentalmente por instinto al José, hijo del Patriarca Jacob, el de Egipto, el once de doce hermanos, cuya encantadora historia, tierna y ejemplarizante, nos describe deliciosamente el autor del libro del Génesis.
            Loa autores, devotos de san José, afirman que el nombre le fue impuesto por inspiración divina, como el de san Juan Bautista, Y, dada la misión sublime y única a la que el Padre del cielo le predestinó, se ve como lo más normal. Dios cambió el nombre de Abran por el de Abraham, cuando le hizo padre de pueblos numerosos. Jesús cambió el nombre de Simón por el de Pedro, al apóstol a quien constituyó piedra y fundamento de su Iglesia.
            Es una constante entre los exegetas, autores y predicadores josefinos ver en el José del antiguo Testamento un tipo o símbolo del José del nuevo. Hay un tipismo o simbolismo querido y llevado a cabo por el Espíritu Santo. Así Melquisedec es tipo de Cristo sacerdote para siempre (Heb 7,1-3). Hay otros simbolismos o tipismos vistos en la Biblia por los estudiosos y lectores de la misma, leída desde el Espíritu Santo. En una lectura sencilla y asidua de la Palabra de Dios han descubierto las semejanzas entre hecho y personas del antiguo y del nuevo Testamento, a veces llevando los simbolismos a atrevimientos llamativos. San Juan de la Cruz ve un simbolismo del diablo, por la estructura y armazón de sus escamas, en el Leviatán, animal que describe magistralmente el libro de Job 41,6-7.
            A este género de simbolismo pertenece el de José de Egipto como tipo de san José, siempre al hilo de lo que dice el texto sagrado, según el cual hay semejanzas claras y notables, intuidas ya por san Mateo.
            Así vemos que José es tipo de San José en el aspecto onírico. Si al José del Egipto se le manifiestan determinados aspectos de su vida en visiones nocturnas, a san José se le revela el Señor en sueños.
            Otra semejanza más clara es la de las bendiciones con que su padre Jacob bendijo a su hijo José, la más larga de todas con las que bendice a sus hijos. En el Dios de tu padre hallarás tu socorro. En EL-Sadai que te bendice: bendiciones del cielo arriba, bendiciones del abismo abajo, bendiciones de pechos y senos maternos, bendiciones de espigas y de flores, bendiciones de montes divinos, delicias de los collados eternos. Que caigan sobre la cabeza de José, sobre la frente del elegido entre sus hermanos (Gen 49,25-26; cfr Dt 33,13-17)
            Estas bendiciones se pueden entender proféticamente de san José. ¿Quién ha recibido más que él de lo mejor que jamás haya producido la tierra con el favor y gracia de Dios y de lo mejor que ha descendido del cielo por obra del Señor? Las bendiciones que ha recibido en su santísima esposa y en su divino Hijo que sobrepasan infinitamente todo lo mejor del cielo y de la tierra, son realmente inauditas y las recibió por ser constituido señor de su casa y príncipe de todas su herencia (Sal 104,21), al hacerle el Padre Custodio de los dos mejores tesoros que tiene, Jesús y María. El figurado, San José, excede inmensamente en bendiciones a la Figura, el José d Egipto.
            Otro aspecto en el que José es tipo y figura de San José es el del poder que le otorgó el Faraón. “Tú estarás al frente de mi casa y de tu boca dependerá todo mi pueblo. Tan solo el trono dejaré por encima de ti” Y en señal de este poder, “se quitó el anillo de la mano y lo puso en la mano de José, le hizo vestir ropas de lino fino y le puso el collar de oro al cuello” (Gen 41,39-40.42). Por encima de él solo estaba el Faraón. Y en los años de abundancia llenó los graneros de trigo. Vinieron los años de las vacas flacas y “toda la tierra de Egipto sintió también hambre y el pueblo clamó a Faraón pidiendo pan. Y este, que había confiado todo su gobierno a la discreción de José, a todos respondía: Id a José y haced lo que él os diga. (Gen 41,55). Y José, abriendo sus graneros repletos de trigo, a todos despedía alegres y contentos. Esta es, in duda, una de las frases del relato del José del A, Testamento más repetidamente aplicadas a san José por los autores josefinos. José se convirtió en el remedio universal del hambre que azotó a toda la tierra. Y san José es el remedio de todos los males que acosan a la Iglesia y a todos sus fieles
            Pues bien, a San José el Padre del cielo le ha hecho Custodio de su Hijo y de su Madre. Le ha dado poder para remediar todas las necesidades de alma y de cuerpo. Le ha constituido Patrono y Custodio de toda la Iglesia. José mandaba en todo Egipto, San José manda en toda la Iglesia. “Delante del excelso Patriarca san José doblen todos los fieles la rodilla, y sepan todos a que ha puesto el Omnipotente bajo su tutela y patrocinio toda la Iglesia católica” (B Papa Pío IX) 
Jesús toma sus peticiones y plegarias como mandatos de su padre y hace cuánto le pide. Si José dio el pan guardado a los egipcios para saciar su hambre, San José nos ha conservado, con su custodia y dedicación a Jesús y María, el Pan de vida que comunica la gracia y da la salvación. Podemos imaginarnos a San José sentado en su trono de gloria a la izquierda de Jesús y oír la voz del Padre del cielo que por boca de su Vicario en la tierra nos dice. Id a José y haced lo que él os diga
            Y lo que nos pide san José es que amemos a Jesús con todo el corazón y con toda el alma, como él le amó, que rechacemos todo pecado y ofensa de Dios, que vivamos las virtudes evangélicas y sencillas, pero fuertes, que él vivió, que nos revistamos de Jesucristo, y, aunque pecadores, que acudamos a él con toda confianza y amor, y entonces jamás nos despedirá con las manos vacías, nos recibirá como cariñoso Padre, con el mismo amor con que cuidó de Jesús y María y mirará por nuestro bien y provecho; nos ayudará en todos los momentos de la vida, especialmente en los más difíciles y sobre en la hora de la muerte. Es especial patrono para esa hora postrera. Id a José y haced lo que él os diga.


P. Román Llamas, ocd